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Dámaso Alonso: cuatro sonetos

Dámaso Alonso: cuatro sonetos. Oración por la belleza de una muchacha. Tú le diste esa ardiente simetría de los labios, con brasa de tu hondura, y en dos enormes cauces de negrura, simas de infinitud, luz de tu día;. esos bultos de nieve, que bullía al soliviar del lino la tersura,

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Dámaso Alonso: cuatro sonetos

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Presentation Transcript


  1. Dámaso Alonso: cuatro sonetos

  2. Oración por la belleza de una muchacha Tú le diste esa ardiente simetría de los labios, con brasa de tu hondura, y en dos enormes cauces de negrura, simas de infinitud, luz de tu día; esos bultos de nieve, que bullía al soliviar del lino la tersura, y, prodigios de exacta arquitectura, dos columnas que cantan tu armonía.

  3. Ay, tú, Señor, le diste esa ladera que en un álabe dulce se derrama, miel secreta en el humo entredorado. ¿A qué tu poderosa mano espera? Mortal belleza eternidad reclama. ¡Dale la eternidad que le has negado!

  4. Me embriago de aromas. Qué delicia, campo recién llovido castellano. Qué embriaguez, tocar, tocar...: mi mano febrilmente las cosas acaricia. No se sacia la vista que se envicia en color, embriagada, oh mi verano. Embriaguez de oír: ruiseñor, piano, mar, selva, viento, multitud, noticia. Me embriago de mujer, dulce marea como un vino, y de vino me embriago. ¡Vivir, vivir, oh dulce embriaguez mía! EMBRIAGUEZ ¡Qué has de entenderme, turba farisea! La ebriedad de mi sangre busca un lago final: embriagarme en Dios un día.

  5. Creación delegada Qué maravilla, libertad. Soy dueño de mi albedrío. Me forjo (y forjo), obrando. Yo me esculpo, hombre libre. Paro, ando, hablo, callo, me río, pongo ceño, yo, Dámaso, cual Dámaso. Pequeño agente, yo, del Dios enorme, cuando pienso, obro, río, Creación creando, le prolongo a mi Dios su fértil sueño.

  6. Creación delegada Dios me sopla en la piel la vaharada creadora. Padre, madre, sonriente, se mira (¡vamos! ¡ea!) en mis pinitos.. Niño de Dios, Creación plasmo de nada, yo, punto libre, voluntad crujiente, entre atónitos orbes infinitos.

  7. Qué soledad: Dios, solo. Solamente Dios y la Nada. En el no-espacio, ardía el no-tiempo. Letal monotonía: el Dios y su vacío, frente a frente. ¡Nada, espanto, aun de Dios! ¡Ah, no!: en su mente, rosa en botón, la Creación latía. Todo futuro ser, dentro, bullía. (Ya Dámaso era allí chispita ardiente.) Fué el espacio. Fluyó, sobre el espacio, el tiempo, un terco río. Y el palacio con flotantes antorchas se alumbró. Y yo, en la creación Siglos... ¡Mi día!: y amo, canto, pienso, yo, de Dios, ante Dios. Destino inmenso. Él y yo: de hito en hito, Dios y yo.

  8. fin www.nidodepoesia.com

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