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DÍA CUARTO La mano izquierda de María

“Mas si Jesucristo fue el Padre de nuestras almas, María fue la Madre; porque al darnos a Jesucristo, nos dio con Él la verdadera vida; y ofreciendo la vida del Hijo por nuestra salvación, fue como darnos a luz o hacernos nacer a la vida de la gracia.”

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DÍA CUARTO La mano izquierda de María

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  1. “Mas si Jesucristo fue el Padre de nuestras almas, María fue la Madre; porque al darnos a Jesucristo, nos dio con Él la verdadera vida; y ofreciendo la vida del Hijo por nuestra salvación, fue como darnos a luz o hacernos nacer a la vida de la gracia.” San Alfonso María de Ligorio

  2. Dispongámonos con fe a iniciar este día de novena como preparación a la fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro, Detengamos un momento en nuestro caminar diario; recemos, oremos y pidamos su socorro: !Oh Madre de Amor Ven en mi Socorro!

  3. Oh María, Madre de Jesús y nuestra madre del Perpetuo Socorro, voy a mirarte fijamente durante nueve días para descubrir en tu imagen los símbolos más sobresalientes, las lecciones más llamativas, las misteriosas insinuaciones que tu inspirado pintor pretendió trasladar a su obra. Y no sólo las que voy a leer en estas páginas, sino también las que tu misma, maestra admirable, vas a enseñarme sobre tu Hijo y sobre nuestro Dios, que es padre y madre de amor. Ayúdanos a seguir fielmente a tu Hijo Jesucristo. Despierta en mi entendimiento y en mi corazón la fe, la esperanza y el amor con que tu misma quieres que te mire y te invoque, para avivar una confianza ilimitada en tu socorro. Amén

  4. DÍA CUARTOLa mano izquierda de María En las manos de los ángeles están los instrumentos de la pasión: lanza, esponja, cruz. En tu mano izquierda está el Niño Jesús. Porque en este icono se unen Nazaret y el Calvario, la infancia de tu Jesús con su muerte redentora Un anciano te anuncio el templo de Jerusalén, al presentar tu niño, que una espada te atravesaría el alma. Desde aquel día, Señora, no dejabas de pensar el significado de la espada. Te encantaban los balbuceos del Niño, sus primeros pasitos vacilantes; más tarde sus movimientos seguros. Pero veías sobre él una espada pendiente que te entristecía profundamente. Madre del Perpetuo Socorro, que sostienes contra tu pecho al Niño Jesús, sostén nuestra fuerza débiles cuando miremos hacia el porvenir y acaso lo veamos oscuro o surcado de enfermedades y dolores. En tu bondad confiamos, porque tu nombre, Perpetuo Socorro, es invitación a la confianza, al optimismo creciente.

  5. R/: Ven en mi socorro, ¡oh Madre de bondad! • Para que escuchando la Palabra de Dios obre de acuerdo con ella. /R • Para que viva todos mis días como seguidor de Jesucristo. /R • Para que haga de mi vida un servicio a Dios y al prójimo./R • En todas las pruebas y trabajos de la vida. /R • Contra mi inconstancia y para que persevere hasta el fin. /R • ¡Oh Madre mía, hasta mi último suspiro! /R • ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza! /R • En el momento peligroso de la tentación, para que yo resista. /R • Cuando haya tenido la desgracia de pecar, para que me arrepienta y me vuelva a levantar. /R • Si algún vicio me tiene encadenado, para que pueda romperlo./R • Todos: Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi madre, mi refugio y mi vida. Amén

  6. Todos: Inmaculada virgen y madre mía, María Santísima, tú eres la madre de nuestro Señor Jesucristo, y con él eres la esperanza y el refugio de los pecadores. A ti recurro, aunque indigno siervo tuyo, para venerarte y darte gracias, porque me has protegido de todo mal. Te amo, señora amabilísima y prometo servirte siempre y esforzarme para que sean muchos los que también te amen. A ti confío, después de Jesucristo, mi esperanza y mi salvación; acéptame como hijo, oh madre de misericordia. Y ya que tu intercesión ante Jesús es poderosa, no permitas que caiga en tentación y líbrame siempre del mal. Madre, enséñame a amar a tu Hijo y alcánzame la gracia de una buena muerte. Que pueda vivir amando a Dios y a mis hermanos hasta el final de mis días. No me faltes con tu socorro hasta que no me veas en la feliz plenitud del cielo, para cantar las maravillas que Dios ha hecho en ti y llamarte bienaventurada por toda la eternidad.Amén. Así lo espero. Así sea.

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