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DOMINAR LA LENGUA

DOMINAR LA LENGUA. Lección 7 para el 15 de noviembre de 2014. JACTANCIA Y RESPONSABILIDAD. «Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (Santiago 3:1). Existen dos clases de maestros:.

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DOMINAR LA LENGUA

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Presentation Transcript


  1. DOMINAR LA LENGUA Lección 7 para el 15 de noviembre de 2014

  2. JACTANCIA Y RESPONSABILIDAD «Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (Santiago 3:1) Existen dos clases de maestros: Los que quieren ser maestros, aunque no han sido designados por Dios para ello. Se jactan de saber, pero no beben de la verdadera fuente de la sabiduría (Proverbios 9:10). Los que tienen el don de la enseñanza y, con humildad, asumen la responsabilidad que Dios les ha concedido (1ª de Corintios 12:28). La Iglesia necesita la buena influencia de maestros responsables, que busquen la sabiduría de Dios y que dirijan al rebaño con sus palabras y ejemplo. • Cuando el educar para la eternidad es de máxima importancia para maestros y alumnos por igual, el aprendizaje se convierte en una actividad inspiradora.

  3. PALABRAS POSITIVAS «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo» (Santiago 3:2) «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lucas 6:45) • No ofender en palabra implica llevar «cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2Co. 10:5) • Vivir en comunión con Cristo, desde las primeras horas del día, hará que nuestras palabras sean un bálsamo y no una ofensa.

  4. «El talento del habla se dio a fin de ser empleado para beneficiar a todos. Las palabras placenteras y gozosas no cuestan más que las palabras desagradables y malhumoradas. Las palabras duras hieren y lastiman el alma. En esta vida todos tienen dificultades que solucionar. Cada uno se encuentra frente a aflicciones y desilusiones. ¿No llevaremos luz en lugar de oscuridad a las vidas de aquellos con quienes nos relacionamos? ¿No pronunciaremos palabras que ayuden y bendigan? Tales palabras serán una bendición tanto para nosotros como para aquellos a quienes las decimos» E.G.W. (Nuestra elevada vocación, 15 de octubre)

  5. DOMINAR LA LENGUA «He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3:3-5) Un pequeño freno somete la bravura del poderoso caballo. El diminuto timón dirige un gran navío entre las fuertes olas del mar. Una pequeña cerilla incendia un enorme bosque. Al igual que estas pequeñas cosas, la lengua puede hacer grandes bienes o grandes males, según la utilicemos. Si en un momento dado no podemos dominar correctamente nuestra lengua, dirijamos la conversación rápidamente por mejores caminos. No nos dejemos dominar por nuestra lengua.

  6. EL EFECTO NEGATIVO DE LAS PALABRAS «Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal» (Santiago 3:6-8) Hay palabras cargadas de veneno, que destruyen como un fuego arrasador. Destruyen amistades, matrimonios y reputaciones. Una vez que salen de nuestra boca, no se pueden detener. • El hombre no puede dominar la lengua sin la ayuda del Espíritu Santo.

  7. LA LENGUA HIPÓCRITA «Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce» (Santiago 3:9-12) El tipo de fuente define la calidad de su agua. El tipo de árbol define la clase de fruto que produce. Pero las personas producimos un fruto ambiguo: bendición y maldición. «Esto no debe ser así». El cristiano debería producir un único fruto de bendición. ¿Qué produce, pues, el fruto maligno que sale de nuestros labios en ciertas ocasiones? El pecado produce una ruptura en nuestra relación con Dios, usando nuestras palabras con consecuencias devastadoras. Afortunadamente, Dios perdona nuestro pecado y está dispuesto a restablecernos para que sigamos dando al mundo palabras de bendición.

  8. «La elocuencia más persuasiva es la palabra que se habla en amor y simpatía. Tales palabras llevarán luz a las mentes confundidas y esperanza al desanimado, y alumbrarán la perspectiva que tienen por delante. El tiempo en que vivimos exige una energía vital y santificada; pide fervor, celo, y la tierna simpatía y amor; pide palabras que no aumentarán la miseria, sino que inspirarán fe y esperanza. Vamos hacia el hogar, en busca de un país mejor, de un país celestial. En lugar de hablar palabras que causarán resentimiento en los pechos de quienes las oyen, ¿no hablaremos del amor con que Dios nos ama? ¿No procuraremos aliviar los corazones de aquellos que nos rodean mediante palabras de simpatía cristiana?» E.G.W. (Nuestra elevada vocación, 16 de octubre)

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