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CAPITULO XXXvIII

JOSÉ MARIA ROMAN, SV (I Biografía), BAC 1981, pp. 643-659. CAPITULO XXXvIII. LAS ÚLTIMAS EMPRESAS. ULTIMAS EMPRESAS.

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CAPITULO XXXvIII

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  1. JOSÉ MARIA ROMAN, SV (I Biografía), BAC 1981, pp. 643-659 CAPITULO XXXvIII LAS ÚLTIMAS EMPRESAS

  2. ULTIMAS EMPRESAS • La caridad se había puesto de moda. Cada vez más encontraba nuevos adeptos e imitadores. Pero en la medida que crecía iba degradándose. De carisma pasaba a institución, perdiendo su mística originaria. De ayuda al pobre se convertía en «lucha» contra la mendicidad. La cuestión: Se planteó el problema de los mendigos a gran escala con la finalidad de resolverlo de una vez por todas. El pretexto era un hospital, obra de Vicente. ¿Por qué no intentar a gran escala lo que había sido ensayado en modestas proporciones? ¡Todos estaban entusiasmados! Las damas fueron las primeras que lanzaron la idea, pero algunos religiosos y políticos se adueñaron de la idea, pero se olvidaron de su espíritu.

  3. VISIONES: Había también dos visiones antagónicas del pobre: la cristiana considera a los pobres: imagen de Cristo; la profana, considera a los pobres como amenaza para el orden establecido. Vicente había abordado el problema desde el punto de vista del pobre los hombres públicos desde lo político: la sociedad tiene que ser defendida de los mendigos Pagana Cristiano Vicente • había abordado el problema desde el punto de vista del pobre; los hombres públicos desde lo político: la sociedad tiene que ser defendida de los mendigos. Vicente quería socorrer al pobre; los políticos, suprimirlo. La postura de las damas era intermedia. Es de reconocer que había mucha gente de alto rango que tenía un verdadero interés de servir al pobre, pero cuando le expusieron el proyecto a Vicente, se notaba de fondo crear una gran institución. Era un proyecto magnífico, sin embargo, Vicente pidió tiempo para reflexionar. Lo primero que hizo fue consultar a Luisa de Marillac. Además, hacía falta un local de grandes proporciones.

  4. “LA COACCIÓN PUEDE SER UN OBSTÁCULO A LOS PLANES DE DIOS” Vicente procedía con lentitud: primero había que hacer un ensayo; contentarse al principio con cien o doscientos pobres. Los pobres debían ingresar por su propia voluntad, sin que se les obligara: “La coacción podría ser un obstáculo a los planes de Dios”. Las damas, por el contrario, no querían saber nada de demoras. Las más entusiastas se impacientaban con la lentitud del Sr. Vicente. El Parlamento tomó cartas en el asunto, quien había decidido hacerse cargo del proyecto, y dio orden que se parara la obra. No hubo nada que hacer. Un edicto ponía fin al asunto. El proyecto pasaba a manos de la Administración. Vicente debió lanzar un suspiro de alivio. Una de las cosas que más le disgustaban era que se pretendiese excluir del proyectado hospital a los pobres del campo y a los refugiados, obligándoles a regresar a sus lugares de origen.

  5. “NO SABEMOS AÚN SI ES LA VOLUNTAD DE DIOS” La alegría de Vicente de verse libre de aquella dudosa empresa le duró poco. La nueva institución había nombrado capellanes a los sacerdotes de la Misión, pero sin tomar en cuenta las observaciones de Vicente, sobre todo de no forzar a los pobres. Vicente volvió a pensar las cosas con lentitud: ¿será esta voluntad de Dios? Después de consultar a la comunidad, el parecer unánime fue negativo. La elección recayó sobre Luis Abelly, el futuro biógrafo del Santo, quien, por razones de salud, sólo lo ejerció durante cinco meses. Las damas de la Caridad sí continuaron prestando al Hospital, al igual que las Hijas de la caridad, pero sólo por un tiempo limitado.

  6. “LE ECHAN A USTED LA CULPA” Vicente de cuidó mucho de criticar el Hospital. Para obedecer el edicto, Vicente suprimió las limosnas que solían repartirse a las puertas de San Lázaro. Un día, cuando entraban en la casa, le abordaron unos mendigos quejosos de no recibir el socorro acostumbrado: “…le echan a usted la culpa de que se encierre a los pobres en el Gran Hospital”. ¡Lo que faltaba! El padre de los pobres convertido ahora en carcelero. Sin embargo, Vicente no se detuvo a demostrar su inocencia, prefirió ir a rezar por ellos. Su propósito no había sido nunca suprimir artificialmente la mendicidad, sino llegar a las raíces de la pobreza y arrancarlas por el amor.

  7. “LA MISIÓN DE METZ” Saliendo del embrollo del Hospital, se le ofreció a Vicente la misión de Metz: una ciudad episcopal. La reina Ana de Austria había visitado Lorena y había constatado la fuerza del protestantismo, lo cual le preocupaba. Había necesidad de robustecer el catolicismo. La reina había pensó en una misión al estilo vicentino. Pero Vicente encontró una salida satisfactoria: “Señora. Su majestad no sabe que los pobres sacerdotes de la Misión están sólo para las pobres gentes del campo. Si estamos…en Paris y en otras ciudades episcopales, es sólo para el servicio de los seminarios, de los ordenandos…pero no para predicar, catequizar ni confesar a los habitantes de esas ciudades. Pero tenemos otra compañía de eclesiásticos…podrían cumplir ese deseo más dignamente que nosotros”. La reina aceptó la contrapropuesta, y Vicente quedó encargado de organizar la misión. Escogió a 18 o 20 sacerdotes de los más fervorosos. Nombró como director de dicha misión a Luis de Rochechouart de Chandenier (1660), abad de Tours y sobrino del Cardenal de La Rochefoucauld: “uno de los mejores abades del reino”. Y nombró también a su hermano Claudio, abad de Moutiers´Saint-Jean, el cual pertenecía a las conferencias desde los primeros tiempos. Ambos eran bienhechores de Vicente y de la compañía, a la que habían cedido una abadía. Los preparativos fueron encargados a Santiago Benigno Bossuet, que pertenecía también a la conferencia de los martes (y que se había ordenado en San Lázaro).

  8. No faltaron problemas preliminares… • Faltaba un cocinero, lo que fue resuelto por Vicente al designar a un hermano coadjutor. • Un predicador de cuaresma, muy famoso, coincidía en tiempos de misión, por lo que tuvieron que deshacerse de él de manera audaz: dinero. • La meteorología. Las lluvias dificultaban la ruta y la transportación del equipo necesario para la misión. Pero se echó mano del hermano Mateo, el “zorro” de Lorena, para cumplir dicho cometido.

  9. “NUNCA SE HA VISTO NADA MÁS APOSTÓLICO” • La misión se inició y duró 2 meses y medio. Vicente y la reina deseaban estar informados. • Se produjeron conversiones espectaculares, sobre todo de algunos protestantes. • Hubo que enviar más misioneros, el total era unos 40. • Bossuet dio testimonio de la misión y el comportamiento ejemplar de los misioneros: “Todo ha ido tan bien, padre, que tiene usted todos los motivos del mundo para alegrarse en nuestro Señor”. • La misión de Metz era la consagración definitiva de la obra primaria de la vida de Vicente de Paúl: las misiones.

  10. LOS EJERCICIOS DE ORDENANDOS EN ROMA En Roma se venían impartiendo los ejercicios de órdenes a los clérigos que voluntariamente lo solicitaban. Poco a poco la obra fue adquiriendo prestigio. La diferencia de los nuevos sacerdotes era de notar. El nuevo papa, Alejandro VI, conocía los excelentes frutos cosechados por los discípulos de Vicente, y quiso hacerlos extensivos a toda la diócesis romana. En 1659 publicó un mandato obligando a todos los candidatos al sacerdocio a practicar los ejercicios en la casa de los misioneros antes de su ordenación. La opinión de Vicente al respecto fue: “…la divina Providencia quiere darnos la ocasión de prestarle algún pequeño servicio en un asunto de tanta importancia”. Sin duda, los hermanos Chandenier tuvieron mucho que ver en el éxito de dicha tarea. El superior de Roma, el P. Jolly, daba puntualmente cuenta a Vicente del desarrollo y resultado de cada ordenación.

  11. “TOMAREMOS PARTIDO A FAVOR DE ESA COMPAÑÍA” • No todo fue bendiciones. Hubo también contrariedades. El P. Jolly informó a Vicente de la envidia despertada en ciertas corporaciones religiosas de mayor antigüedad y prestigio en Roma ante el éxito de los ejercicios. Se distinguieron en ello los jesuitas. Los motivos fueron: • La nacionalidad de los misioneros • El reclutamiento de Vocaciones italianas. • Ante esta calumnia, Vicente, ya en los últimos meses de su vida, puso a punto su doctrina sobre la actitud ante la calumnias y persecuciones (de lo cual ya había tenido experiencia). 50 años atrás, la respuesta de Vicente fue: ¡Dios sabe la verdad!. Ahora la completaba dando la naturaleza y los medios por cuales combatirla. • Ni por un instante consintió que un incidente de última hora perturbase su larga amistad y su cálida admiración hacia la Compañía de Jesús. Y tenía razón. Dios recompensó su rectitud. Los ejercicios a ordenandos romanos siguieron confiados durante muchos años a la pequeña compañía de la Misión. Después de la muerte de Vicente, Alejandro VII lo oficializó. Era la consagración, por la suprema autoridad de la Iglesia, de la humilde obra iniciada muchos años antes.

  12. “UNIÓN DE LOS ESPÍRITUS, PAZ PARA LA IGLESIA” Difícil tuvo que se para Vicente no tomar partido contra los jesuitas en aquellos años. Luego de su choque con los jesuitas, se presentó la batalla contra el casuismo o laxismo de “Luis de Montalvo”. El infatigable compañero de Vicente, Alano de Solminihac, pidió la alianza de Vicente para contrarrestar dicha doctrina perniciosa para la iglesia, como en otros tiempos él había sido aliado de Vicente contra el jansenismo. Vicente trató de mantenerse al margen de la polémica. Las razones eran obvias: no tenía las mismas posibilidades de acción y también, porque nunca confundió a la Compañía de Jesús con las opiniones de algunos de sus miembros. Su acción fue el silencio, y así lo recomendó al P. Pesnelle –superior de Roma-: “Nos hemos entregado a Dios para no tomar parte alguna en todas esas discusiones que hay ahora entre tantos y tantos santos personajes…: nos contentemos con pedirle a Dios que una los espíritus y los corazones y que ponga paz en su Iglesia”.

  13. “SI NO SE LIBERA A LOS CAUTIVOS POR LA FUERZA DE LAS ARMAS…” En 1658, el cónsul de Argel, hermano Barreau, se encontraba preso por enésima vez en manos de los turcos. Se solicitaba por tanto la caridad de los parisienses nuevamente. El P. Felipe Le Vacher estaba encargado de dicha tarea. Había por ese tiempo un aventurero llamado el “caballero Paul” que se ofrecía a llevar a Argel una expedición armada que liberaría a todos los cautivos franceses. Vicente consideró el proyecto del caballero como el único medio de poner fin a la pesadilla norteafricana y también entusiasmó a la duquesa de Aiguillon, y a su hermano, que era cónsul de Marsella. La expedición estaba decidida, sin embargo se presentaron diversos imprevistos para la salida de la flota. Vicente no perdía la esperanza, pero sentía acabársele la vida, y cada vez crecía más su angustia por sus hermanos en Argel. Su última carta sobre el asunto se presentó en 1660, a sólo 10 días de la fecha de su muerte. En ella no puede dominar dolor y la inquietud que le atenazaban: “Siento en lo más vivo, como usted, lo que está sucediendo a nuestros hermanos de Argel. Estoy con una preocupación que me causa una pena indecible…en nombre de Dios, dígame lo que pasa”. No llegó a enterarse nunca. Quizá fuera mejor así, porque la expedición resultó un fracaso. Cuando la información apareció, Vicente ya no estaba. Había dejado inconclusa la última empresa de su vida, en la que había empeñado su joven corazón de ochenta años. ¿Qué impulsó al corazón de Vicente a patrocinar aquella aventura armada? Sin duda, el convencimiento de que era el único camino para lograr la libertad de los cautivos, ya que con los turcos no valían ni la persuasión ni el dinero.

  14. Dios no quiso que se completara la circunferencia. Hubiera sido demasiado bonito que la vida de Vicente terminara desandando el camino por donde había comenzado. Eso sólo ocurre en las novelas.

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