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Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez. El padre de Macondo. Panorama histórico hispanoamericano. Problemas políticos y fermentos sociales Doctrina de Monroe Pobreza y falta de una verdadera conciencia política Guerras civiles Dictaduras Golpe

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Gabriel García Márquez

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Presentation Transcript


  1. Gabriel García Márquez El padre de Macondo

  2. Panorama histórico hispanoamericano • Problemas políticos y fermentos sociales • Doctrina de Monroe • Pobreza y falta de una verdadera conciencia política Guerras civiles Dictaduras Golpe • Problematicas actuales • La literatura en la historia

  3. Infancia en Aracataca Relación con los abuelos • Educación Estudios de derecho • Aunque su verdadera aficción era escribir • Matrimonio y hijo • Fama con la publicación “Cien años de soledad” (1967) • Enfermedad • Trabajos recientes La vida de “Gabito”

  4. Realismo vs. realismo mágico

  5. Carrera literaria • “La Hojarasca” (1955) • “Cien anos de soledad” (1967) • “Crónica de una muerte anunciada” (1981) • “El amor en los tiempos del cólera” (1988)

  6. Crónica de una muerte anunciada • Publicada en 1981 • Novelaque se acerca al género policíaco y funde lo periodístico y lo narrativo • Temas: 1. Imposibilidad de acceder al conocimiento de la verdad 2. Choque entre causalidad y destino 3. Violencia 4. Honor

  7. Técnica narrativa: 1. Multi-perspectivismo 2. Tiempo circular y caótico 3. Estructura cerrado-circular 4. Muchos diálogos (lengua coloquial y familiar) y fragmentos descriptivos (lengua con un registro culto-literario) • Estilo: Realismo mágico

  8. […] A través de la puertavio a loshermanos Vicario queveníancorriendohacia la casa con loscuchillosdesnudos. Desdeellugar en que ella se encontrabapodíaverlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a su hijoquecorríadesdeotroángulohacia la puerta. «Penséquequeríanmeterse para matarlo dentro de la casa», me dijo. Entoncescorrióhacia la puerta y la cerró de un golpe. Estabapasando la trancacuandooyólosgritos de Santiago Nasar, y oyólospuñetazos de terror en la puerta, pero creyóqueélestabaarriba, insultando a loshermanos Vicario desdeelbalcón de su dormitorio. Subió a ayudarlo. Santiago Nasarnecesitabaapenasunossegundos para entrar cuando se cerró la puerta. Alcanzó a golpearvariasveces con lospuños, y en seguida se volvió para enfrentarse a manoslimpias con susenemigos. «Me asustécuando lo vi de frente---medijo Pablo Vicario-, porque me pareciócomodosvecesmás grande de lo que era.» Santiago Nasarlevantó la mano para parar elprimer golpe de Pedro Vicario, que lo atacó por elflancoderecho con elcuchillo recto. -¡Hijos de puta! -gritó. Elcuchillo le atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le hundióhastael fondo en elcostado. Todosoyeron su grito de dolor. -¡Ay mi madre! Pedro Vicario volvió a retirarelcuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asestó un segundo golpe casi en elmismolugar. «Lo raro esqueelcuchillovolvía a salir limpio -declaró Pedro Vicario al instructor-. Le había dado por lo menostresveces y no había una gota de sangre.» Santiago Nasar se torció con losbrazoscruzadossobreelvientre después de la terceracuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató de darles la espalda.

  9. Pablo Vicario, queestaba a su izquierda con elcuchillo curvo, le asestó entonces la únicacuchillada en ellomo, y un chorro de sangre a alta presión le empapó la camisa. «Olíacomoél», me dijo. Tresvecesherido de muerte, Santiago Nasarles dio otravezelfrente, y se apoyó de espaldas contra la puerta de su madre, sin la menor resistencia, como si sóloquisieraayudar a queacabaran de matarlo por partesiguales. «No volvió a gritar--dijo Pedro Vicario al instructor-. Al contrario: me parecióque se estabariendo.» Entoncesambossiguieronacuchillándolo contra la puerta, con golpes alternos y fáciles, flotando en elremansodeslumbrantequeencontraron del otrolado del miedo. No oyeronlosgritos del pueblo enteroespantado de su propiocrimen. «Me sentíacomocuando uno va corriendo en un caballo», declaró Pablo Vicario. Pero ambos despertaron de pronto a la realidad, porqueestabanexhaustos, y sin embargo les parecíaque Santiago Nasar no se iba a derrumbarnunca. «Mierda, primo -me dijo Pablo Vicario-, no te imaginas lo difícilqueesmatar a un hombre!» Tratando de acabar para siempre, Pedro Vicario le buscóelcorazón, pero se lo buscó casi en la axila, donde lo tienenloscerdos. En realidad Santiago Nasar no caíaporqueellosmismos lo estaban sosteniendo a cuchilladas contra la puerta. Desesperado, Pablo Vicario le dio un tajo horizontal en elvientre, y losintestinoscompletosafloraron con una explosión. Pedro Vicario iba a hacer lo mismo, pero el pulso se le torció de horror, y le dio un tajo extraviado en elmuslo. Santiago Nasarpermaneciótodavía un instante apoyado contra la puerta, hastaqueviosuspropiasvísceras al sol, limpias y azules, y cayó de rodillas. Después de buscarlo a gritos por losdormitorios, oyendo sin saberdóndeotrosgritos que no eranlossuyos, PlácidaLinero se asomó a la ventana de la plaza y vio a los gemelos Vicario quecorríanhacia la iglesia

  10. Ibanperseguidos de cerca por YamilShaium, con su escopeta de matartigres, y por otrosárabesdesarmados y PlácidaLineropensóquehabíapasadoelpeligro. Luegosalió al balcón del dormitorio, y vio a Santiago Nasarfrente a la puerta, bocabajo en elpolvo, tratando de levantarse de su propiasangre. Se incorporó de medio lado, y se echó a andar en un estado de alucinación, sosteniendo con lasmanoslasvíscerascolgantes. Caminómás de cienmetros para darle la vuelta completa a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Tuvotodavía bastante lucidez para no ir por la calle, que era eltrayectomás largo, sino queentró por la casa contigua. Poncho Lanao, su esposa y suscincohijos no se habíanenterado de lo queacababa de ocurrir a 20 pasos de su puerta. «Oímos la gritería -me dijo la esposa-, pero pensamosque era la fiesta del obispo.» Empezaban a desayunarcuandovieron entrar a Santiago Nasarempapado de sangre llevando en lasmanoselracimo de susentrañas. Poncho Lanao me dijo: «Lo quenunca pudeolvidarfue el terrible olor a mierda». Pero ArgénidaLanao, la hijamayor, contóque Santiago Nasarcaminaba con la prestancia de siempre, midiendobienlospasos, y que su rostro de sarraceno con losrizosalborotadosestabamás bello quenunca. Al pasarfrente a la mesalessonrió, y siguió a través de losdormitorioshasta la salidaposterior de la casa. «Nosquedamosparalizados de susto», me dijoArgénidaLanao. Mi tíaWenefrida Márquez estabadesescamando un sábalo en el patio de su casa al otrolado del río, y lo viodescenderlasescalinatas del muelleantiguo buscando con paso firme elrumbo de su casa. -¡Santiago, hijo --le gritó-, qué te pasa! Santiago Nasar la reconoció. -Que me mataron, niñaWene-dijo.

  11. Tropezó en elúltimoescalón, pero se incorporó de inmediato. «Hastatuvoelcuidado de sacudir con la mano la tierraque le quedó en lastripas», me dijo mi tíaWene. Despuésentró en su casa por la puertatrasera, queestabaabiertadesdelasseis, y se derrumbó de bruces en la cocina.

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