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-¡ Arteche ¡ ¡Tu papá te llama!

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Presentation Transcript


  1. Nací en una ciudad imperial del sur. Nací en 1926, el año más lluvioso del siglo chileno. En 1945 la poesía ( digo yo ) me abrió en dos, y aún ( con perdón ) no me ha cerrado. Quiso Dios llevarme a España, donde viví, en dos períodos, cerca de diez años: allí me casé, allí encontré la mitad de lo que había perdido, y la otra mitad la recuperé en Chile, que como se sabe es un país de súbito. El cura Arteche cierra el misal; desciende, solemne, por los peldaños del altar, y se dirige a la sacristía. Detrás va el monaguillo, muy serio. Tan parecido al cura Arteche, que en la plaza del pueblo, cuando llega la hora de retirarse, sus amigos de juegos le gritan: -¡ Arteche ¡ ¡Tu papá te llama! El monaguillo era Osvaldo Salinas Arteche; pero todos le conocían por Arteche, allá hacia 1934 ó 1936, en Los Angeles. El monaguillo aquel se llama – ahora – legalmente, Miguel Arteche. Era la imagern del padre que no conocí.

  2. Como soy más hijo de mi madre que de mi padre (perdí a mi padre a los cuatro años, como no lo recuerdo lo he buscado durante toda mi vida), tal vez por eso soy un poco lobo solitario: a veces alegre, a veces nostálgico, a veces humilde, a veces (me siento) inventor de música, a veces gran maestro de ajedrez (que es lo que quise ser, y no fui, y terminé en aficionado silvestre), a veces oscuro (entonces canto tangos), a veces inspirado, a veces admirador de mí mismo (con perdón), a veces admirador de todos los poemas menos de los míos, a veces oculto. Y siempre (hasta donde puedo) frente a mi máquina de escribir me pregunto para qué estoy en este mundo y por qué escribo. Y siempre amante ( yo ) de la libertad y de la poesía, he publicado más de veinticinco libros, pero a la hora de la verdad quedará sólo un puñado de mis poemas. Y me pregunto qué pensarán de mí mi mujer y mis siete hijos y mis cinco nietos, después de cuarenta años de matrimonio, y más de cuarenta y cinco de poesía. Y cuando medito en ésto, me dan ganas de subir a la copa del majestuoso olmo de mi casa y gritar: ¡ sálvenme, sálvenme, rueguen para que comience a llover!

  3. Cuando llueve, todo el mundo se llena de sonidos. Cuando la lluvia no cae, el mundo se ha detenido, está mudo, está muerto. El mundo espera que se haga lluvia, que nazca el agua , y el agua es mucho más que la lluvia: ésta es una parte del agua de toda la tierra, y la tierra, todo el planeta, es Los Angeles, donde está el centro del universo: que es el universo. Cuando el agua ha invadido los cuatro ángulos del pueblo, y toca las casas, todo se pone en movimiento: el pulso del niño se mueve rítmicamente; el niño recupera algo de lo que había perdido en el verano; la sangre corre de otra manera, sigue tras el movimiento del agua, porque en el agua nacemos, nace el niño; de esa lluvia está brotando él otra vez, y cuando el agua no está, el niño, de todas maneras, la siente sobre su cabeza, y por eso mira al cielo del verano pensando en cuánto tiempo va a tardar en venir con el viento, que no es más que su primo hermano. Con el agua el niño entra en su microcosmos, en su rincón secreto, que sólo él conoce. En toda infancia hay un río. O el mar. Y si el río y el mar no son reales- pero, ¿ qué es real para un niño?-, entonces hay que inventarlos. Y si no se los inventa, vienen, de todas maneras, en el sueño, y éste termina por crearlos. La lluvia me envolvió, y me envuelve permanentemente. La lluvia ha entrado en mi poesía, pero no como una anécdota más para ser contada, sino como un símbolo de que el mundo sólo podrá purificarse con ella y que sólo con ella uno se purifica.

  4. A medianoche desperté. Toda la casa navegaba. Era la lluvia con la lluvia De la postrera madrugada. Toda la casa era silencio, Y eran silencio las montañas de aquella noche. No se oía sino caer el agua. Me vi despierto a medianoche buscando a tientas la ventana; pero en la casa y sobre el mundo no había hermanos, madre, nada. Y hacia el espacio oscuro y frío y frío el barco caminaba conmigo. ¿Quién movía todas las velas solitarias? Nadie me dijo que saliera. Nadie me dijo que me entrara, y adentro, adentro de mí mismo me retiré: toda la casa me vio en el tiempo que yo fui, y en él seré la vi lejana, y ya no pude reclinar mi juventud sobre la almohada. A medianoche me busqué mientras la casa navegaba. Y sobre el mundo no se oyó sino caer el agua .

  5. La provincia de la infancia no tenía tiempo: no había que mirar los relojes, ni las hojas del calendario. Había tiempo para eso que el hombre ha olvidado y perdido: mirar, mirar en silencio y largamente, los árboles, la tierra mojada por la lluvia, un rincón de algún otoño, el viento, la sombra que proyecta un ciprés bajo la luna. Mirar todo sin que nadie te interrumpa: entrar en las cosas, ser uno con ellas, ser las cosas. Antes de ir a la muerte. La muerte que se conoce más tarde: en la adolescencia, cuando conocemos la fugacidad del amor de la mujer. Siempre al escribir he sentido que el tiempo y el espacio no existen, que estoy en un espacio mítico, en un eterno presente, que es el tiempo en que vive el niño. A diez kilómetros de Los Angeles, estoy a orilla del río Duqueco, solo, una tibia mañana de invierno. La bicicleta descansa, apoyada contra un arrayán, la bicicleta es una gloria; recorro sobre ella todo Los Angeles.

  6. En rueda está el silencio detenido, y en freno congelado la distancia. Qué lejano está el pie, cómo se ha ido la infancia del pedal sobre la infancia. El reino del volante sometido se borra con la sed que hay en la llanta. La mano que no está tiene un sonido de tanta ausencia y cercanía tanta. Cuán remota la edad que en ti palpita con las velocidades de tu cita, y qué rápida estás con ser tan quieta, tan inmóvil pedal dormido ahora por la lluvia de ayer que te evapora tu perdida niñez de bicicleta.

  7. Llevo en el bolsillo de mi chaqueta un libro de poemas, y lo que escribo- he comenzado a escribir poemas- lo escribo a solas, no lo muestro a nadie. Ese libro no sale de mi bolsillo o sale en las noches, cuando leo en silencio. Del libro ha brotado una luz que me inunda apenas lo abro. La tapa dice: “Poetas españoles contemporáneos”. El autor : Roque Esteban Scarpa, quien ha abierto para mí la poesía. ¿Por qué estoy sentado en una de las salas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile? Soy estudiante de Derecho. Escucho. Bostezo. Me aburre el Código Civil. El poeta adolescente siempre quiere decirlo todo, intuye lo difícil que es enfrentarse a la palabra poética. Pero necesita nombrar, dar nombre a las cosas. Y sigue escribiendo aunque se hunda el mundo, inundado por la emoción y por la sombra que proyectan Neruda, Gabriela y Huidobro. Y el joven poeta, luego de leer un libro de Thomas Wolfe ( “ Del tiempo y el río “ ), siente que nació para morir, que es un ser de paso por la tierra, y este hecho no es quizá sino un deseo de permanecer.

  8. Viajo becado a España. Sé que España me dará lo que no puedo encontrar en Chile, aunque no sé qué es. Bajo del tren que me ha llevado de Barcelona a Madrid. Es de noche. Siento que yo estuve aquí, que en algún lugar de mi sangre yo estuve siempre aquí. Y miro, y escucho y viajo por toda España y voy a París y recorro Italia y el norte de Africa, abierto a todo. Ese mismo año paso mi luna de miel en Ibiza. Vagamos, mi mujer Ximena y yo, en bicicleta, por la isla Blanca. Ximena es una imagen perdida y reencontrada: esbelta, el cabello largo. Hemos regresado, Ximena y yo, a Chile. Durante esos años, encontré lo que buscaba: escribí mucho, en los buses, en los bancos de las plazas, en los cafés; escribí angustiado por soledades, por nostalgias, por la fugacidad, por el tiempo, por el amor, cuando el amor nos deja al filo de la nada. Me rodeaban todos mis días españoles, mis días franceses, la presencia y ausencia de Cristo, me rodeaban Quevedo, y Gabriela, y Vallejo, y Eliot, y Auden y Coleridge, y Donne.Me rodeaba esa sensación que nunca perdí, la de sentirme siempre dividido entre Chile y España. Marzo: Otra vez España, como agregado cultural de nuestra embajada madrileña. Redescubrí la raíz de mi lengua. Descubrí algo que en mí estaba latente: la ironía, la luz espectral que debe lanzarse sobre los hombres para abrirlos en lo que son.

  9. Puedo hablar de poesía, si lo hago desde mi circunstancia. No puedo hablar sino de mi propia poesía, de mi país, de mi lengua, de mi propia concepción del mundo. Asombro es la palabra que para mí define muy bien lo que me parece es la poesía, porque es el asombro lo que nos hace ver a las personas y las cosas como si las viéramos por primera vez. ¿Cuál es la realidad observable? De ella parte el poeta, pero va más allá. En un poema, cuando es viable, se encierra todo el Cielo y la Tierra, o por lo menos un Cielo y una Tierra, de los innumerables Cielos y Tierras que existen. De aquí su signo interminable, y el hecho de que sea inagotable.Un poema lo encierra todo, irradia todo: no tiene fin.

  10. Sentado en el café cuentas el día, el año, no sé qué, cuentas la taza que bebes yerto; y en tu adiós la casa del ojo, muerta, sin color, vacía. Sentado en el ayer la taza fría se mueve y mueve, y en la luz escasa la muerte en traje de francesa pasa royendo, a solas, la melancolía. Sentado en el café oyes el río correr, correr, y el aletazo frío de no sé qué: tal vez de ese momento. Y en medio del café queda la taza vacía, sola, y a través del asa temblando el viento, nada más, el viento. En 1964, Hernán Díaz Arrieta ( Alone), el más importante crítico literario chileno del siglo XX al comentar su libro “Destierros y Tinieblas”, citó: “ Es necesario detenerse. Pero no sin decir que en las letras chilenas, en la poesía de nuestro tiempo - (Neruda cumple los sesenta )– este libro coloca a Miguel Arteche, según nuestra impresión, en el primer puesto de la primera fila”.

  11. POESÍA La invitación al olvido. Ediciones Acanto, Santiago, Chile, 1947. Oda fúnebre. Ediciones Acanto, Santiago, Chile, 1948. Una nube. Ed. Ardien jinete, Santiago, Chile, 1949. El sur dormido. Ed. Librería Neira, Santiago, Chile, 1950. Cantata del desterrado, Santiago, Chile, Revista Estudio, 1951. Solitario, mira hacia la ausencia. Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1953. Otro continente. Ediciones Grupo Fuego, Santiago, Chile, 1957. Quince poemas. Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1961. De la ausencia a la noche. Zig-Zag, Santiago, Chile, 1965. Resta poética. Ediciones El Muro, Ávila, España, 1966. Antología de veinte años. Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1972. Noches. Editorial Nascimento, Santiago, Chile, 1976. Cantata del Pan y la Sangre. Ediciones del Congreso Eucarístico, Santiago, Chile, 1980 y 1981. Variaciones alemanas. Revista Nacional de Cultura, Caracas, Venezuela, 1986. Variaciones sobre versos de Karol Wojtyla, 1987. Fénix de madrugada. Ediciones Rumbos, Santiago, Chile,1994. Antología cuarta, Santiago, Chile, LOM 1996. Destierros y tinieblas, Pehuen Editores Ltda, Santiago, Chile, 1999

  12. NOVELA La otra orilla. Ed. del Pacífico, Santiago, Chile, 1964. El Cristo hueco. Editorial Pomaire, Santiago, Chile, 1969. La disparatada vida de Félix Palissa. Zig-Zag, Santiago, Chile, 1975. CUENTO Mapas del otro mundo. Editorial Aconcagua, Santiago, Chile, 1977. Las naranjas del silencio. Editorial Andrés Bello, Santiago, Chile, 1987. ENSAYO Notas para la vieja y la nueva poesía chilena, 1958. La extrañeza de ser americano, 1962. Discurso de incorporación a la Academia Chilena, 1965. El extraño caso de Gabriela Mistral, 1968. Tres visiones de Carlos Droguett, 1971. Llaves para la poesía, 1984. Algo acerca de la experiencia poética, 1988. Gabriela Mistral: seis o siete materias alucinadas, 1989. Algunos aprendices de brujo, 1989. Los enigmas de «Tala», 1997. Algo sobre el arte de la poesía, 1994 ANTOLOGÍAS El proceso de la creación artística, 1977. Poesía religiosa chilena. Ediciones de la Universidad Católica, Santiago, Chile, 1999. PROSA AUTOBIOGRÁFICA Los ángeles de la provincia, 1975. ¿ Quién es quién en las letras chilenas? Agrupación de amigos del Libro, Santiago, Chile, 1977.

  13. En 1964 es elegido miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Fue profesor en la escuela de Periodismo de la Universidad Católica, director de talleres de Poesía en la misma Universidad, en la Universidad de Chile y El Salvador. Fundó y dirigió el Taller Nueve entre 1979 y 1989. En 1992 obtuvo una beca de la Fundación Andes.Es profesor de la Universidad Nacional Andrés Bello. Premio de Poesía de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (1950); Alianza de Intelectuales (1949); Municipalidad de Poesía (1951, 1964 y 1977); Alerce (1960); Editorial Seix Barral (finalista en 1971); El Libro de Oro de Poesía (1977); "Recreando la poesía alemana contemporánea" (1979);IBBY (Intemational Board en Books for Young People, 1986); Andrés Bello, finalista en 1984; Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1994); Premio Nacional de Literatura (1996). Es autor, además de numerosos libros de poemas, de tres novelas, un volumen de cuentos, varios ensayos, textos abreviados y traducciones. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano y hebreo.

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