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TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1

MFa 51 de 107. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1. La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza , a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto.

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TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1

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  1. MFa 51 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1 La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza, a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto. “La gente no escucha, por desgracia, más que los ‘no’ de la Iglesia, pero la respuesta de Dios al amor humano es un ‘sí’entusiasta. Él es su fuente y su meta verdadera. Dios bendice al amor humano auténtico. El Creador lo ha querido. Cristo Salvador lo transfigura, hasta el punto de hacer de él el reflejo y el sacramento de su Alianza indisoluble. Los ‘no’ que la Iglesia pronuncia con claridad son simplemente la contrapartida de ese ‘sí’ entusiasta, el rechazo de las falsificaciones del amor” (Juan Pablo II, Alocución 6.02.1987).

  2. MFa 52 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 2 La exigencias morales del amor conyugal no son limitaciones o mandatos impuestos desde fuera: proceden de dentro, brotan del mismo modo de ser de ese amor; y defienden su autenticidad y su grandeza frente a la debilidad humana. Actuar en contra de ellas no es malo porque esté prohibido: está prohibido precisamente porque es malo para las personas, porque falsea y desvirtúa el verdadero bien del amor conyugal. La recta razón puede descubrir la coherencia del orden moral del a- mor conyugal con la verdad de la persona humana. Por eso la Iglesia propone su magisterio moral sobre la sexualidad no como un ejercicio de autoridad que reclame una sumisión ciega, sino “urgiendo a los hombres a la observancia de los preceptos de la ley natural, que ella interpreta mediante su constante doctrina” (Humanae vitae 11).

  3. MFa 53 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 3 El orden recto del amor puede vivirse: no se trata de un ideal hermoso pero poco realista, inalcanzable a causa de las dificultades que cada persona experimenta en sí misma y a su alrededor. Considerando las cosas con realismo cristiano, vivir el amor conyugal conforme a su verdad íntegra –de acuerdo con el plan de Dios-, no supera las capacidades humanas, si bien la na- turaleza caída necesita el auxilio de la gracia para ser capaz de aceptar y vivir esa verdad con todas sus consecuencias.

  4. MFa 54 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 4 La visión cristiana del amor humano aprecia y celebra la intimidad corporal de los esposos, como realidad querida por el Creador -por tanto, buena en sí misma-, que perfecciona y manifiesta aquel “ser los dos una sola carne” que, en el matrimonio cristiano, es re- presentación real de la unión indivisible de Cristo con su Iglesia y forma parte del camino de la santidad conyugal. Conforme a la constitución natural de la persona humana, la unión sexual de varón y mujer –propiamente “acto conyugal” porque su verdad plena se da exclusivamente en la unión entre marido y mu- jer- posee de suyo un doble significado: unitivo (expresión huma- na del amor, placer y gozo corporal y espiritual, intimidad corpo- ral que “viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual” (CCE 2360)), y procreador (se ordena por su misma naturaleza a la transmisión de la vida humana).

  5. MFa 55 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 5 Si se pone en relación los significados propios del acto conyugal con los fines del matrimonio, se advierte que ambos son insepara- bles. Cualquier ruptura voluntaria del significado pleno del acto conyugal lo falsearía intrínsecamente como expresión verdadera- mente humana del amor conyugal. Todo “acto matrimonial, en sí mismo, debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (Humanae vitae 11). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el magisterio, está fundada sobre la inseparable cone- xión que Dios ha querido y que el hombre no pue- de romper por propia iniciativa, entre los dos signi- ficados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (Humanae vitae 12).

  6. MFa 56 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 6 “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su mi- sión propia, los cónyuges saben que son coo- peradores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cum- plirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” (Gaudium et spes 50). Esta exhortación del Concilio a la “paternidad responsable” se re- fiere ante todo a la responsabilidad de los esposos de colaborar con Dios ejerciendo la facultad conyugal de transmitir la vida. Los esposos deben decidir en conciencia –procurando tener una conciencia bien formada (estudio, consejo, oración)- cómo han de cooperar en sus circunstancias particulares con el amor de Dios.

  7. MFa 57 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 7 “Por razones justificadas, los esposos pueden que- rer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa gene- rosidad de una paternidad responsable” (CCE 2368). La naturaleza misma del amor conyugal exige la recta intención de los esposos y la valoración en conciencia de la seriedad de los motivos. Los esposos deben respetar siempre la naturaleza del acto conyugal, es decir, no privarlo nunca voluntariamente de su plena significación, ya que sólo “salvaguardando ambos aspectos esen- ciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad” (Humanae vitae 12).

  8. MFa 58 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 8 Por eso, los llamados “métodos naturales”, es decir, “la continen- cia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad” (CCE 2370). Por el contrario es intrínsecamente mala (desordenada en sí misma) “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realiza- ción, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se propon- ga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Hu- manae vitae 14). Tales medios son ilícitos porque corrompen la verdad del acto con- yugal: lo privan de la apertura a la vida (aspecto procreador) y de la autenticidad de la entrega entre los esposos (aspecto unitivo), que no puede ser plena en ese acto cerrado artificialmente a la vida.

  9. MFa 59 de 107 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 9 La razón de la profunda diferencia entre los métodos naturales y la contracepción no es una cuestión de métodos, sino antropológica y, en consecuencia, moral: implica “dos concepciones de la perso- na y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí” (Familiaris consortio 32). La línea divisoria está marcada por el respeto a la verdad y a la dignidad de la persona y del amor conyugal, que quedan manipulados y envilecidos siempre que se separan volun- tariamente los dos significados del acto conyugal. La anticoncepción implica no darse al otro total- mente: se produce no solo el rechazo de la apertu- ra a la vida, sino también una falsificación de la verdad del amor. Hasta tal punto es así, que los métodos naturales, usados con actitud e intención anticonceptiva, son también moralmente ilícitos.

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