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ENCUENTROS PERRUNOS

ENCUENTROS PERRUNOS.

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ENCUENTROS PERRUNOS

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Presentation Transcript


  1. ENCUENTROS PERRUNOS • Era la tarde de un sábado y fui a la bicicletería del “loco” Pardo, me agradaba charlar con él, tenía como 5 ó 6 años más que yo y le faltaba una pierna debido a un accidente con moto; era una persona alegre y no tenía drama con “la pata de palo”, como él la llamaba, aunque en realidad lo que usaba era una tibia-pie (de la rodilla hacia abajo) de madera. Le cebé mate y charlamos mientras él reparaba una bici, luego me fui a dar una vuelta “por el cañadón” (siempre me atrajo lo agreste). Me detengo cerca de un potrero a contemplar lo que allí ocurría: Había un hombre “vareando” a un caballo, lo hacía trotar en círculos alrededor de él; cuando el caballo aflojaba la marcha, el hombre daba un silbido, y un perro Collie corría detrás del caballo ladrándole. Parece ser que el perro estaba muy acostumbrado y sabía muy bien lo que hacía, al principio alcanzó al caballo bien desde atrás, y se le prendió a su larga cola;jajajaja, el perro iba en el aire durante unos segundos, luego se soltaba y caía rodando, se paraba, corría detrás del caballo ladrándole, y ahora sí funcionaba, jajajaja; parece ser que al caballo nole gustaba tener a un perro prendido de su cola, jajajaja, porque le tiraba patadas, y entonces el genial perro lo molestaba por los flancos. Habrán sido unos quince estupendos minutos, pero nunca los olvidaré.

  2. Al regresar del cañadón, tenía intención de volver otro rato con el “loco” Pardo, y tomé esa calle; como a media cuadra antes de llegar a la bicicletería, iba paveando y mirando hacia ella cuando escucho un “guau”, pero ya era tarde, tenía a un perro Bulldog prendido del tobillo derecho; como me dolía, le pegué en la cabeza con el talón del pie izquierdo, pero no me soltó, le di otra vez, y nada, grité “¡¡’loco’, ayuda!!”, porque estaba atrapado entre la bici y el perro. Veo que el “loco” viene rapidísimo en una bici, frenó a nuestro lado, y le pegó tremendo fierrazoal perro… ¡¡que me soltó para gritar de dolor, jajajajaja!!. Nos vamos para su negocio y allí me dice que quiere ver la mordedura, nos fijamos y sangraba; el “loco” me dice que tengo que denunciarlo en la comisaría, que fuese así para que vieran la herida, y que después vaya al Hospital; también me informa, para que le diga a la policía, que el perro pertenece al vendedor mayorista de vinos, que estaba enfrente. Y sí, fui, hice la denuncia. El “milico” me dice, que bueno, ya está, ya te vi, nos haremos cargo y, como sos menor, no podés firmarla, andá al Hospital para que te curen y te pongan “la antirrábica”. Fui al Hospital, donde el médico de guardia me dijo que antirrábica no tenían; entonces me puso una antitetánica, jajajajaja. Después me enteré por el “loco”, que los “milicos” sí fueron…, y salieron muy contentos con un cajónde vino, jajajaja. Aunque claro, al perro no le fue mejor, como dos meses después, pasaba por ahí un “milico” en bici; cuando el perro lo atacó, sacó la pistola y lo mató de un tiro.

  3. Pasaron unos pocos años sin incidentes con perros. Mi sedentaria vida no me agradaba, la sed de campo, de espacio abierto me llamaba; entonces, cuando el clima lo permitía (ni mucho frío, ni mucho calor; y, especialmente, muy poco o nada de viento), algún día del fin de semana o feriado lo dedicaba a vagar en bici. Rutas y caminos en 20 Km. a la redonda dejaron de ser un misterio para mí, algunas veces “me pasaba”, llegué a Curarú, población a 42 Km. de Pehuajó; Magdala, 30 Km., e incluso fui en bici a la estancia donde aún estaba encargado mi tío Juan, 65 Km.; y las distancias mencionadas son solamente de ida... Ahh, los perros de campo tienen otra psiquis (¡¡Sana, jajajaja!!), solamente ladran desde su territorio, la tranquera o alambrado es su límite; y no tienen intención de atacarte, sino más bien de avisar que anda alguien.

  4. Claro que, en invierno, quitado aquél ejercicio, subía de peso; no me gustaba, me volvía pelo…., jajajaja. En primavera comenzaba mis salidas en bici, en verano lo hacía muy temprano en la mañana; salía tipo 4,45 hs., jajajaja, apenas se veía. Iba por la ruta 226 hasta un cartel que decía “Pehuajó, 10 Km.”, luego volvía, me duchaba, y al trabajo. Claro que, para llegar hasta esa ruta, debía tomar el acceso “Güemes”, donde estaban construyendo lo que hoy es la “Escuela Técnica”. Parece ser que un buen día, cambiaron o pusieron sereno; este viejo hijunagransiete, se llevaba como a 8 perros y un mal día se le ocurrió chumbármelos. Tuve suerte la primera vez, logré verlos venir desde el principio, y esa ventaja (como 20 metros hasta la ruta) hizo que no pudiesen alcanzarme; me corrieron como 300 metros, pero quedaron con la lengua afuera, jajajaja. Como al regresar el sereno ya se había ido, no había problema. Pero me digo, no, la próxima vez jugaremos distinto, porque si esos 8 perros me alcanzan, me harán pedazos.

  5. Agarré un serrucho, corté un palo de escoba de unos 60 cms. de largo, y le di como 3 manos de barniz; quedó fuerte, duro, lindo, jajajaja. Y después sí, volví a “mi” ruta. Sabía qué hacer, no detenerme, no pegarle a cualquier perro, sino al líder, un enorme perro blanco. Y sí, el puto viejo se divertía conmigo, envió a sus perros; sólo que esta vez no corrí como loco, aunque sí mantuve mi marcha “de larga distancia”; los perros se acercaban rápidamente, el gigante blanco adelante, perfecto. Cuando su hocico alcanzó el portaequipajes de mi “Metalcycles” rodado ancho, con el palo en la mano izquierda (la más dura), giro el cuerpo y le pego con fuerza al perro en el hocico. Creo que el aiaiaiaiaiaiaiai, se escuchó por varios kilómetros…, y asunto concluido, nunca más me los chumbó. Lo sentí por el perro, de verdad; era el viejo quien merecía el garrotazo, por boludo, claro.

  6. Por lo general, no tenía muchos problemas con los perros, nunca les tuve miedo; creo que el problema residía en que somos “gateros”, siempre hubo gatos en nuestras vidas, aún hoy tengo uno. Y yo, claro, como me agradan, siempre los toco, y hacen “cariño” restregándose contra uno (en realidad lo que hacen es “marcarnos” como de su propiedad, jajaja) y dejando impregnada su “firma”. (Sé bastante sobre animales, por propia experiencia, o libros; es que me han interesado mucho). Y los perros, claro, huelen 1000 veces mejor que nosotros, ¿les da bronca, por ese olor somos tratados como gatos?, pues no lo sé. Lo cierto es que una vez me hice amigo del perro de un vecino; enorme ejemplar color blanco y marrón. Todo bien, le decía “¡Vaga!” (por “Vagabundo”) y venía corriendo y moviendo la cola para saludarme, lo acariciaba un poco, le decía, “ahora sentate”, el perro lo hacía, “dame la mano”, el perro lo hacía, “ahora la otra”, le costaba un poco, pero luego entendía y lo hacía, “buen perro”, le decía; claro que cuando había alguna sobra de comida y el gato puto no la quería, iba a buscar al “Vaga”, quien devoraba a piachere. Pero un día, recuerdo que había estado mucho tiempo acariciando al gato que andaba medio decaiducho, salgo y el “Vaga” andaba en la vereda, al verme viene hacia mí, le hice una caricia en la cabeza y seguí caminando, pero sentí que algo estaba mal, me paro de golpe, giro la cabeza justo a tiempo para esquivar “el tarascón” que me tiró el “Vaga” hacia la pierna izquierda. Fue todo uno, sentir, detenerme, mirar, esquivarlo y darle un tremendo derechazo en las costillas; uuackk, desinflé al perro, y le tiré un voleo de pie izquierdo que esquivó; le digo: “¡¡Pero, perro boludo, todavía que te trato bien y hasta te doy de comer, me querés morder, te voy a reventar!!”, jajajaja, y lo corrí hasta la esquina. Nunca más lo hizo.

  7. En fin, a un solo perro no le temo, además de aún ser ágil y mantenerme en forma, aprendí hace años algunas “cositas” de artes marciales, sé dónde y cómo pegar. Yendo en bici es más fácil. Recuerdo una vez, también por el acceso Güemes; en una de las casas ya había visto a un perro Doberman, quien por suerte no me daba ni la hora. Pero un día, al perro se le dio (o yo tenía mucho olor a gato, jajaja) por atacarme. Me bajé de la bici cuando lo vi venir, el perro se paró, pero avanzó hacia mí dando un giro porque la bici se interponía entre ambos; el puto perro no “hablaba”, nunca me ladró, y si bien esto es característico de esa raza, me molestaba por ser doblemente peligroso. También yo giraba con la bici y me reía; tengo la costumbre de hablarles calmadamente, le digo: “Tonto, no ves que es imposible; y si te acercás, la levanto y te doy con los laterales de las ruedas”. El perro dio un par de giros más, a los cuales acompañé girando también; se convenció que no podía, y se fue.

  8. Tiempo después tuve otro encuentro algo parecido. Acá tienen la costumbre de soltar de noche, o en la mañana temprano, a todos los perros para que “se la rebusquen” o vaya uno a saber para qué. La cuestión fue que salgo una mañana en la bici, y vi que sobre la vereda de enfrente andaban tres ovejero alemán, o manto negro, no les di importancia. Pero llegando a la esquina, siento los ladridos y el tropel, venían por mí; me bajé y esta vez alcé mi Metalcycles. Ellos se detuvieron, y aún ladrándome se separaron rodeándome. “Ah, bueno, les digo calmadamente, esto será divertido”, y atacaron los tres al unísono, y yo me volví calesita girando rápidamente con mi bici alzada, con tanta buena suerte que le di a uno en el hocico; suficiente, fue el aiaiaiaiaiaiaia, y los tres se alejaron a la carrera. Yo monté la bici, apenado porque no me gusta pegarles, y seguí viaje.

  9. Y esos son mis más importantes “encuentros” negativos con perros. En tantos años, no han sido muchos; fue muchísimo más lo positivo que he vivido con estos inteligentes animales. Jajajaja, por algo, y según dicen, nos acompañan desde la época de las cavernas.

  10. C O N C A R I Ñ O… J O R G E

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