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San Juan Clímaco Abad 569 Siria † 649 Monte Sinaí 30 de marzo

San Juan Clímaco Abad 569 Siria † 649 Monte Sinaí 30 de marzo San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años.

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San Juan Clímaco Abad 569 Siria † 649 Monte Sinaí 30 de marzo

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  1. San Juan Clímaco Abad 569 Siria † 649 Monte Sinaí 30 de marzo San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años.

  2. San Juan Ermitaño 305 Assiut, Egipto † 394 27 de marzo San Juan guardó silencio casi continuo Durante los 50 años que pasó sobre la roca que había elegido para su retiro. Sanaba a los enfermos dándoles aceite bendito, a fin de que se atribuyese el milagro a Dios por medio de este aceite más bien que a Dios por medio de sus oraciones. Decía que cuanto más se alejaba de los hombres, más gustaba del placer de estar con Dios.

  3. Santo Tomás de Aquino Confesor y Doctor de la Iglesia 1225 Aquino (Nápoles), Italia † 1274 Fosanova 7 de marzo Santo Tomás de Aquino es para la Iglesia lo que el sol para el mundo. La ilustró con su ciencia y con su santidad. Desde los 5 años de edad rezaba dos horas diarias. Entró en la Orden de Santo Domingo y en ella perseveró después de resistir con entereza las amenazas de sus parientes, que se esforzaron por hacerlo renunciar a su vocación.

  4. San Romualdo Abad 951 Rávena, Italia † 1027 Val-di-Castro, Italia 7 de febrero San Romualdo, fundador de los camaldulenses, vivió desordenadamente sus primeros años; empero, habiendo acompañado a su padre a un duelo, la muerte del adversario, que era un pariente, tan hondamente lo impresionó, que se retiró a un monasterio y persuadió a su padre a hacer otro tanto. Al trabajo manual unía rigurosos ayunos e increíble fervor de oración. No podía soportar que se rezase con tibieza. “Es mejor –decía– recitar con fervor un solo salmo, que no cien con indolencia”.

  5. San Antonio Abad 251 Heraclea, Egipto † 356 Monte Colzim, Egipto 17 de enero San Antonio, al oír estas palabras del Evangelio, se las aplicó como si hubieran sido dichas especialmente para él. Distribuyó sus bienes Entre los pobres y se retiró al desierto. El demonio, para seducirlo, empleó toda la pompa de las grandezas, todo el brillo del oro y todos los atractivos de la voluptuosidad; pero su humildad lo libró de sus asechanzas, el temor al infierno extinguió los ardores impuros que encendía en su corazón, y la invocación a Jesús le dio la victoria sobre todos sus enemigos.

  6. San Pablo Primer Ermitaño 230 Tebas, Egipto † 342 15 de enero San Pablo, al ver a los perseguidores atacar la fe y la virtud de los cristianos mediante el cebo de los placeres, buscó en la soledad un abrigo contra la tentación. Aunque no fuese designio de Pablo el permanecer en la soledad, fue el de Dios el mantenerlo en ella. Tantas dulzuras hízole gustar en ese desierto, que desde entonces despreció el mundo y sus placeres. San Pablo permaneció en esta terrible soledad durante ochenta años, sin ver a nadie, excepto a San Antonio, que, inspirado de lo alto, lo fue a visitar.

  7. San Sérvulo Confesor VI Roma † 590 Roma 23 de diciembre San Sérvulo era un pobre enfermo incapaz de hacer el menor movimiento. Su madre y su hermano todos los días lo llevaban al pórtico de la iglesia de San Clemente en Roma. Su paciencia, su mansedumbre y su piedad despertaban la admiración de todos. En sus dolores, alababa a Dios sin cesar; le agradecía y le pedía sufrir más todavía. A punto de morir, rogó a los que le rodeaban que hiciesen silencio, diciéndoles que oía los conciertos de los ángeles.

  8. San Ambrosio Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia 340 Tréveris, Galia † 397 Milán, Italia 7 de diciembre A la muerte de Aujencio, obispo herético de Milán, católicos y arrianos estaban a punto de llegar a las manos en la iglesia con motivo de su sucesor, cuando Ambrosio, gobernador de la ciudad, se trasladó a ella para apaciguar los ánimos. Un niño exclamó entonces por tres veces: ¡Ambrosio obispo! y toda la concurrencia súbitamente lo aclamó. Nacido en las Galias hacia el año 340, Ambrosio tenía entonces 34 años y sólo era catecúmeno. Ilustre por su nacimiento, llegó a serlo mucho más por sus virtudes, su ciencia y su caridad. Contribuyó poderosamente a la conversión de San Agustín. Después de la masacre de Tesalónica, negó al emperador Teodosio la entrada a la iglesia, hasta que hubo hecho penitencia.

  9. San Francisco Javier Confesor 1506 Castillo de los Jaso (Navarra) † 1552 Sancián, China 3 de diciembre San Francisco Javier, nacido en Navarra en 1506, fue convertido en París por San Ignacio de Loyola y, en 1541, partió para las Indias y después llevó, era la primera vez que se lo hacía, al Japón la luz de la fe. Convirtió decenas de millares de almas, sanó inmenso número de enfermos, Resucitó muertos y calmó tempestades. Su amor por los sufrimientos le hacía rehusar los consuelos del Cielo y desear las fatigas. En medio de las delicias con que el Señor inundaba su alma, exclamaba: ¡Basta! y en sus sufrimientos: ¡Señor, dadme más! Murió en 1552, en la isla de Sancián, frente a la China en la que tanto había deseado predicar el Evangelio.

  10. San Juan de la Cruz Confesor y Doctor de la Iglesia 1542 en Fontiveros (Ávila), España † 1591 en Úbeda, España 24 de noviembre San Juan de la Cruz, de la Orden Carmelitana. Tres cosas pedía frecuentemente al Señor: la primera, no pasar día sin sufrir; la segunda, no morir siendo superior, y la tercera, acabar su vida en la humillación, el desprecio y la soledad. Fue escuchado. Las odiosas persecuciones de que fue objeto durante mucho tiempo, hasta la misma prisión, no hicieron sino aumentar su dicha. A punto de morir exclamó ¡Gloria a Dios! y, después, apretando el crucifijo sobre su corazón, extinguiose dulcemente el 14 de diciembre de 1591, a la edad de 49 años.

  11. Santa Isabel de Hungría Viuda 1207 Presburgo, Hungría † 1231 Marburgo 19 de noviembre Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de Turingia, levantábase todas las noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se había hecho cruzado con Federico Barbarroja: “Dios mío -dijo ella- cuando para resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello fuese contra vuestra voluntad”. Despojada y echada entonces como disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos; recobró después sus bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad.

  12. San Alberto Magno Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia 1206 Lauingen, Baviera † 1280 Colonia, Prusia 15 de noviembre Habiendo entrado en la Orden de Santo Domingo, en sus comienzos entonces, San Alberto perseveró en ella a pesar de la oposición de su familia. Fue dedicado a los estudios y a la enseñanza de la filosofía y de la teología, en las que se distinguió como uno de los más grandes espíritus de su siglo y como maestro de Santo Tomás de Aquino. Obligado por el Papa a aceptar, en 1260, el obispado de Ratisbona, pronto obtuvo su relevo para poder retomar sus lecciones. En el concilio de Lyon, en 1274, empleó toda su influencia para restablecer la unión con los griegos cismáticos.

  13. San Pedro de Alcántara Confesor 1499 Alcántara (Extremadura), España † 1562 Extremadura, España 19 de octubre San Pedro de Alcántara, siendo aun niño abandonó todas las esperanzas que le daban su nacimiento ilustre y sus raras cualidades, para entrar en la Orden de los Recoletos. Animado del espíritu de San Francisco, trabajó con mucho fruto por la salvación de las almas, mediante sus predicaciones y numerosos milagros que Dios obró a sus ruegos. Santa Teresa mucho lo admiraba y asegura que Dios nada le había rehusado de lo que ella le había pedido por su intermedio. Murió en 1562.

  14. Santa Teresa de Ávila Virgen y Doctora de la Iglesia 1515 Ávila, España † 1582 Alba de Tormes, España 15 de octubre Santa Teresa vio a un Serafín que le transverberaba el corazón con un dardo inflamado. Desde entonces no pensó ya sino en amar a Dios, extender su gloria y convertir a los pecadores, diciendo que se quedaría feliz en el Purgatorio hasta el día del Juicio si con ello pudiese convertir aunque no fuera sino a un alma. Todos los bienes que Dios me prodiga, todas las gracias que me concede, son como otros tantos dardos que deberían inflamar mi corazón de amor a Dios.

  15. San Francisco de Borja Confesor 1510 Gandía (Valencia), España † 1572 Ferrara, Italia 10 de octubre San Francisco, duque de Gandía, nacido en 1510, mereció ser llamado por Carlos V el milagro de los príncipes por sus cualidades y virtudes. Después de haber vivido santamente en Colonia como capitán general y después en su principado, entró en 1545, después de cuatro años de viudez, en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general a pesar de sus lágrimas. Sus admirables predicaciones hacían llorar a todos los asistentes. Rehusó el cardenalato y murió en 1572.

  16. San Bruno Confesor 1035 Colonia, Alemania † 1101 La Torre (Calabria), Italia 6 de octubre Resolvióse San Bruno a prepararse para la muerte mediante una vida santa; dejó el mundo y se retiró a la soledad. El mundo es uno de los más grandes enemigos de nuestra salvación y la soledad nos proporciona el medio para triunfar de él, alejándonos de los objetos que nos incitan al pecado. ¡Oh amable soledad! si los hombres conociesen la inefable alegría de que colmas a tus dichosos moradores, las ciudades se despoblarían y los hombres irían a buscar a Jesús en el seno de los desiertos más inhóspitos. La soledad es la morada habitual del Salvador (Terrtuliano).

  17. San Francisco de Asís Confesor Asís, Italia † 1226 Porciúncula, Italia 4 de octubre El amor divino consumió todos los lazos que ataban a San Francisco en la tierra y le hizo abandonar la casa paterna, las riquezas y los placeres. Ese mismo amor que separó a San Francisco de los bienes de la tierra, lo unió estrechamente a su Dios y le hizo encontrar en esta unión una inalterable felicidad. De este modo solía decir: “¡Dios mío y mi todo! en Ti es donde encuentro todo lo que necesito”. El amor, por último, lo unió más a Jesucristo cuando un serafín imprimió en su cuerpo las sagradas llagas del Salvador. No recibió esta gracia sino después de haberse hecho, por una mortificación continua, viva imagen de Jesús crucificado.

  18. San Jerónimo Presbítero y Doctor de la Iglesia 347 Dalmacia † 420 30 de septiembre La vida de San Jerónimo, hombre rico de Panonia que se hizo bautizar en Roma y fue ordenado sacerdote en Antioquía, no es sino una serie ininterrumpida de trabajos emprendidos por la gloria de Dios. Secretario del Papa San Dámaso, enseñó Sagrada Escritura y dio de ella, en latín, su famosa traducción conocida con el nombre de Vulgata, que aprobó el Concilio de Trento. Su austeridad, sus continuos ayunos y su celo por la conversión de las almas, nos enseñan la virtud y el Evangelio más elocuentemente aun que sus palabras. Murió en el año 420, cerca de los 80 años de edad.

  19. San José Cupertino Confesor 1603 Nardo (Nápoles), Italia † 1663 Ossimo, Italia 18 de septiembre Temprano declaró San José la guerra a la carne y al mundo. Mucho antes de su entrada en religión, maceraba su cuerpo con diversas austeridades. Admitido como doméstico entre los Conventuales, fue después, a causa de sus eminentes virtudes, recibido entre los religiosos de coro. Ordenado sacerdote en 1628, se retiró a una incómoda celda, se despojó de todo lo que le había sido acordado por la regla y arrojándose al pie del crucifijo: Señor, exclamó, heme aquí despojado de todas las cosas creadas; sé tú mi único tesoro; considero todo otro bien como un peligro, como la pérdida de mi alma. Para recompensar su generosidad, el Señor lo favoreció con numerosos éxtasis, y le concedió el don de milagros y profecía. Murió el 18 de septiembre de 1663.

  20. San Nicolás de Tolentino • Confesor • Marca de Ancona, Italia • † 1305 Tolentino, Italia • 10 de septiembre • San Nicolás vivió mucho tiempo en Tolentino, ciudad de Italia, y la ilustró con su muerte. • A pesar de sus increíbles austeridades • en la Orden de los Ermitaños de San Agustín, • siempre tenía la sonrisa en los labios. • Seis meses antes de su muerte, • oía todas las noches los conciertos de los ángeles. • Medita tres hermosas palabras de este santo: • “El corazón que una vez gustó de Dios, • ya nada encuentra en la tierra que le plazca; • no hay que amar la vida, sino porque nos conduce • a la muerte; en poco tiempo podemos gana • r la eternidad”. Murió en 1315, a los 70 años de edad.

  21. San Agustín Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia 354 Tagaste, Numidia (Argelia) † 430 Hipona 28 de agosto San Agustín, hijo de un pagano de Numidia, que se convirtió al final de su vida, enseñó primero brillantemente retórica en Cartago, Roma y Milán, donde la lectura de un pasaje de San Pablo lo convirtió y donde San Ambrosio lo bautizó. De vuelta a África, después de haber perdido a Santa Mónica, su madre, en Ostia, se retiro a la soledad, y después fue ordenado sacerdote y llegó a ser obispo de Hipona. Entró en correspondencia con San Jerónimo y fue el azote de los herejes. Toda su vida lloró su juventud hasta humillarse por ella en el libro de las Confesiones. Su poderoso genio y su maravillosa ciencia brillan sobre todo en su célebre obra la Ciudad de Dios. Murió en su ciudad episcopal cercada por los vándalos, en el año 430, a la edad de 75 años.

  22. Santa Juana Francisca de Chantal Viuda 1572 Dijon (Borgoña), Francia † 1641 Moulins, Francia 21 de agosto Santa Juana, durante su matrimonio, se dedicó al ejercicio de todas las virtudes: enseñaba en persona la religión a sus hijos y servidores, los formaba en la piedad y les daba ejemplo de una caridad sin limites. Jamás rehusaba una limosna pedida en nombre de Jesucristo. Después de la muerte de su marido, hizo voto de castidad y, para permanecer fiel, inscribió en su pecho con un hierro candente el nombre de Jesús. Resuelta a romper todo lazo con el mundo, se sometió a la dirección espiritual de San Francisco de Sales, y estableció con él la Orden de la Visitación.

  23. San Bernardo Abad y Doctor de la Iglesia 1090 Fontaines-les-Dijon (Borgoña), Francia † 1153 Claraval 20 de agosto San Bernardo, nacido en 1090 de noble familia en Fontaines-les-Dijon, entró en la abadía de Císter, acompañado de sus hermanos y otros veintiséis nobles. Más grande aun por sus virtudes que por su genio, rehusó los arzobispados de Reims, de Génova y de Milán, declarándose indigno de tal honor. Llegó a ser el árbitro de los obispos, de los reyes y de los papas. Fundó una multitud de monasterios. Al mismo tiempo fue un gran taumaturgo. Escribió numerosas obras en las que brilla una doctrina totalmente celestial, que parece fruto de inspiración divina más que resultado del trabajo. Murió en 1153 y fue proclamado, por Pío VIII, Doctor de la Iglesia universal.

  24. Santa Clara de Asís Virgen 1194 Asís, Italia † 11253 12 de agosto Se representa a Santa Clara con el Santísimo Sacramento en la mano, y se puede decir que contempló a Jesucristo, en este adorable misterio, para reproducir en su vida las virtudes de que nos da ejemplo. Está despojado de todos sus tesoros y todos los atributos de su divinidad están allí como anonadados. Santa Clara ha imitado esta pobreza; fundó una Orden de religiosas que viven sólo de limosnas. Ayunaba a pan y agua en Adviento y Cuaresma; durante mucho tiempo, no tomo alimento alguno los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Siempre llevaba un cilicio, andaba descalza y se acostaba sobre sarmientos tirados en el suelo.

  25. San Juan María Vianney 1786 Dardilly (Lyón), Francia † 1859 Ars, Francia 8 de agosto El que habría de ser cura de Ars nació en 1786; tales dificultades encontró en el estudio que, humanamente, no se hubiera esperado que llegara a la ordenación sacerdotal. En 1818, fue encargado de una humilde parroquia. Habría de hacerla célebre en todo el mundo por las maravillas que en ella obró su celo, tanto en las almas de sus fieles cuanto en la de numerosos extranjeros que acudían, de todas partes, a confesarse con él para recibir sus consejos y gozar del espectáculo de sus virtudes. El cura de Ars recibió de Dios la gracia de los milagros y el don de leer en los corazones, pero nunca dejó de vivir en la humildad, en la pobreza y en la penitencia.

  26. San Cayetano Confesor 1480 Vicenza, Italia † 1547 Nápoles, Italia 7 de agosto San Cayetano, nacido en Vicenza, llamó la atención desde su infancia por una inocencia tan grande de costumbres, que se le llamaba el Santo. Como supiera que el Papa Julio II quería elevarlo a las dignidades eclesiásticas, dejó la corte de Roma y fundó una Orden de Clérigos Regulares, llamados Teatinos, a los cuales estableció como regla que nada poseyesen, ni pidiesen y que viviesen únicamente de las limosnas espontáneamente ofrecidas por los fieles.

  27. Santo Domingo de Guzmán Confesor 1170 Caleruega, Burgos † 1221 Bolonia 4 de agosto Santo Domingo, fundador de la Orden de los Hermanos Predicadores, es representado con un lirio en la mano, símbolo de la virginidad que conservó durante toda su vida. El can que su madre vio en sueños llevando una antorcha encendida, representa la guerra que hizo a los herejes y la luz que difundió en el corazón de los pecadores por la pureza de su doctrina y la santidad de su vida. Acaeció su muerte en 1221.

  28. San Alfonso María Ligorio Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia 1696 Nápoles, Italia † 1787 Nocera, Italia 2 de agosto San Alfonso María de Ligorio, nacido en Nápoles en 1696, dejó el foro por el sacerdocio. Obró un gran número de conversiones y fundó La Congregación del Redentor. San Alfonso, al fundar su Congregación del Redentor, hizo voto de no perder nunca el tiempo. Quería que Dios no hallase en su vida ni una sola hora que no estuviese consagrada a su gloria y a la salvación de las almas. Empleó los momentos que le dejaba la predicación de la palabra de Dios en la composición de gran número de obras de teología y piedad, que lo hicieron elevar al rango de los Doctores de la Iglesia, por disposición de Pío IX.

  29. San Ignacio de Loyola Confesor 1491 Loyola, España † 1556 Roma, Italia 31 de julio La lectura de la vida de los santos inspiró a San Ignacio el amor a la santidad. Renunció a la gloria de las armas para alistarse bajo el estandarte de Cristo, y para trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Se retiró a la gruta de Manresa, en la que llevó una vida muy austera. Fue allí donde compuso su admirable libro de los Ejercicios espirituales. Comenzó a estudiar la lengua latina a la edad de 33 años, y durante su permanencia en la Universidad de París, atrajo a varios compañeros con los que echó las bases de la Compañía de Jesús.

  30. San Camilo de Lelis Confesor 1550 Abruzzi, Italia † 1614 Génova, Italia 18 de julio Después de una juventud disipada, San Camilo se convirtió a la edad de 25 años, y más tarde comenzó sus estudios para llegar a ser sacerdote y poder así asistir más útilmente a los enfermos en trance de muerte. Fue con este objeto que fundó la Orden de los Clérigos regulares. Soportó, a su vez, con inalterable paciencia, cinco enfermedades sumamente penosas, que él llamaba las misericordias del Señor. A menudo se lo oía repetir estas palabras de San Francisco de Asís: “Tan grande es la felicidad que espero, que todas las penas se convierten para mí en motivo de alegría”.

  31. Santa Catalina de Siena Virgen y Doctora de la Iglesia 1347 Siena (Toscana), Italia; † 1380 en Roma, Italia 30 de abril El corazón de Santa Catalina ardía del fuego del amor de Jesucristo. Abrasaban las llamas de este amor en su celo por la salvación de las almas, en su compasión por los pecadores, los pobres y los enfermos. El pensamiento continuo de la presencia de Dios la hizo salir victoriosa de todas sus tentaciones. Se recogía interiormente pensando en la Pasión de Jesucristo, en los castigos de los condenados y en su propia nada; estas consideraciones la tornaba insensible a las persecuciones de los hombres y lo hacían invencible ante las tentaciones.

  32. San Alejo Confesor † Principio del siglo V 17 de julio San Alejo dejó a su esposa el mismo día de su casamiento y se retiró a la ciudad de Édesa, donde distribuyó sus bienes entre los pobres y mendigó por espacio de 17 años, hasta que sus milagros lo dieron a conocer. Se embarcó entonces para Sicilia; pero una tempestad lo arrojó al puerto de Ostia. Recibido como extraño en la casa de su padre, vivió en ella 17 años, desconocido de todos, sufriendo las afrentas de sus propios sirvientes, y oyendo a toda hora los lamentos con que lo recordaban sus padres y su esposa. Una esquela que se encontró con él después de su muerte, dio a conocer su nombre y la historia de su vida. Murió en los comienzos del siglo V.

  33. Santa Isabel de Portugal Reina y Viuda 1271 Aragón, España † 1336 Estremoz, Portugal 8 de julio Ser pobre en medio de las riquezas, mortificado en medio de las delicias de la corte, humilde sobre un trono, es una virtud que no pertenece sino a las grandes almas, como Santa Isabel, reina de Portugal. Ayunaba a pan y agua tres cuaresmas durante el año, las vigilias de las fiestas de Nuestra Señora y de los Apóstoles y todos los viernes. Por su intervención, logró detener la guerra entre Castilla y Portugal. A la muerte del rey, su marido, vistió el hábito de la Tercera Orden franciscana, con el cual murió en 1336.

  34. Santo Tomas Moro Mártir 1478 Londres, Inglaterra † decapitado en 1535 6 de julio Tomás Moro estudió en Oxford, ejerció la abogacía en su ciudad natal y se casó, en primeras nupcias, con Juana Colt. Su dichoso hogar era el punto de reunión de todos los hombres piadosos y sabios de Inglaterra y del extranjero. Habiendo enviudado contrajo segundas nupcias con Alicia Middleton, en 1516. Por esa misma época, fue distinguido por el joven rey Enrique VIII, que le hizo su Lord Canciller, en 1529. Viéndose obligado a oponerse al rey en el asunto de la anulación del matrimonio real, renunció Tomás Moro por estimar que éste era su deber. Cuando Enrique VIII quiso hacerse jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, su antiguo Canciller irguiose contra él, y fue encarcelado en la torre de Londres, siendo decapitado en 1535.

  35. San Antonio de Padua Confesor y Doctor de la Iglesia 1195 Lisboa, Portugal † 1231 13 de junio Predicó a la gente y convirtió a muchos; predicó a los peces y le escucharon. Ordenó al mulo de un hereje que adorase la Santa Hostia y el animal le obedeció. Resucitó a un muerto para justificar a su propio padre. Tenía gran devoción a la Santísima Virgen y la invocaba en todas sus tentaciones.

  36. Santa Margarita Reina de Escocia 1045 Hungría † 1093 Castillo de Edimburgo, Escocia 10 de junio Tan santamente educó esta reina a sus hijos, que varios abrazaron el estado religioso. No se sentaba a la mesa sin antes haber dado de comer a nueve huérfanos y a veinticuatro pobres; durante el Adviento y la Cuaresma, alimentaba hasta a trescientos necesitados. Después de haber pasado el día en la práctica de la caridad, pasaba la noche en oración. Estando moribunda, se le quiso ocultar la muerte del rey su esposo y de su hijo, acaecida en la guerra. Exclamó: “Sé lo ocurrido. Os agradezco, omnipotente Dios, que enviándome un dolor tan grande en la última hora de mi vida, me purifiquéis de mis pecados, como espero, por vuestra misericordia”. Murió cuatro días después de su esposo.

  37. San Norberto Obispo y Confesor 1080 Santes, Alemania † 1134 Magdeburgo, Alemania 6 de junio San Norberto se preparó durante cuarenta días para celebrar su primera misa. Después de haber predicado el Evangelio por espacio de muchos años, fundó la Orden de los premonstratenses según la regla de San Agustín. Llamado a Amberes, confundió allí al herético Tanquelino que atacaba los Sacramentos. Nombrado obispo de Magdeburgo, se dedico a restablecer la disciplina eclesiástica. Solía decir: “He estado en la Corte, he estado en la soledad, he ocupado altos cargos; pero no he encontrado nada mejor que servir a Dios y ser suyo totalmente”.

  38. San Felipe Neri Confesor 1515 Florencia, Italia † 1595 Roma, Italia 26 de mayo La perfecta caridad que caracteriza a los verdaderos servidores de Dios, ha hecho de este santo una de las más brillantes luminarias de la Iglesia. Su celo por la gloria de Dios y por la salvación del prójimo lo movió a fundar la congregación de los Padres del Oratorio, de la que fue el primer superior general. Tan abundantes eran los consuelos que recibía del cielo, que le hacían exclamar: “Señor, basta; moriré de dicha si no moderas mi gozo”. Murió en 1595, a la edad de 80 años.

  39. San Gregorio VII Papa y Confesor 1020 Soana, Italia † 1085 Salerno, Italia 25 de mayo Este Papa fue poderoso en obras y en palabras. Con tanto celo trabajó en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica, en la propagación de la fe, en la extirpación de los errores y abusos, que puede decirse que ningún Papa, desde los tiempos apostólicos, soportó más penurias y tribulaciones por el bien de la Iglesia, y combatió más valientemente por su libertad. Como muro de acero se opuso a las sacrílegas pretensiones del emperador Enrique IV. Sitió éste a Roma y forzó al Santo Pontífice a refugiarse en Montecasino primero y, después, en Salerno, donde sucumbió al exceso de sus fatigas, el 25 de mayo de 1085. Antes de expirar, pronunció las palabras del Salmista: “He amado la justicia y he odiado la iniquidad”; y agregó: “por ello muero en el exilio”.

  40. San Bernardino de Siena Confesor 1380 Massa di Carrara, Italia † 1444 Áquila, Italia 20 de mayo La modestia y la pureza de San Bernardino eran tan continuas, que toda conversación indecente cesaba acercándose él. Todos los días visitaba una capilla de la Santísima Virgen, diciendo que iba a ver a su Madre. Abandonó el mundo para combatirlo y, durante dieciséis años, ni un día pasó sin predicar. La devoción que tenía al Nombre de Jesús hacía que lo llevara siempre sobre su corazón.

  41. San Féliz de Cantalicio Confesor 1515 Cantalicio (Abruzzi), Italia † 18 de mayo de 1587 en Roma, Italia 18 de mayo Unió este santo a una profunda humildad un fondo inalterable de alegría y dulzura. Hablaba poco, huía de la compañía de los murmuradores, tenía horror por todo lo que fuese capaz de herir la caridad. Las afrentas dejaban a su alma tranquila y serena. Al que lo insultaba, le respondía: “Quiera Dios hacerlo santo”. Entró en la Orden de los capuchinos, desempeñó el cargo de tesorero durante más de cuarenta años. Es el empleo que prefería, porque se exponía a más desaires y desprecios.

  42. San Ubaldo Obispo y Confesor Gubbio (Umbría), Italia † 1160 Gubbio (Umbría), Italia 16 de mayo Tal fue la austeridad de este santo obispo de Gubbio, en Umbría, que puede decirse de él que sin cesar llevaba en su cuerpo la mortificación de Jesucristo. Este espíritu de penitencia, unido a un ardor insaciable por la oración, le hicieron adquirir una admirable dulzura. No sólo soportaba en silencio los ultrajes, sino que, a las injurias, respondía con una acrecentada benevolencia y caridad. Sabiendo que llegaba al término de su peregrinación redobló su celo por las almas que le habían sido confiadas.

  43. San Juan Bautista de la Salle Confesor 1651 Reims, Francia † 1719 Rouen, Francia 15 de mayo Ordenado sacerdote, ofrecía el Santo Sacrificio con vivísima fe y encendido amor. Fundó una nueva Congregación religiosa, que llamó “Hermanos de las Escuelas Cristianas”, que se extendieron con prodigiosa rapidez por todo el mundo. Inflamado de celo por la salvación de las almas, empleó toda su vida en procurar el mayor bien de los prójimos, fortaleciéndose con ayunos, disciplinas y otras austeridades y pasando las noches en continua oración.

  44. San Benito José Labré Peregrino 1748 Amettes (Boulogne), Francia † 1783 en Roma 16 de abril Benito pasó la mayor parte de su vida haciendo peregrinaciones. Iba casi siempre con los pies descalzos tanto en invierno como en verano, vestido con harapos y sin provisiones para el día siguiente. Vivía de limosnas, pero no mendigaba, nunca conservaba sino lo estrictamente necesario, y partía con los pobres lo que se le daba por caridad. Pasó sus últimos años en Roma, orando días enteros en las iglesias; por la noche retirábase a unas ruinas para descansar algunas horas. Cayó desvanecido en las escalinatas de Nuestra Señora de los Montes y fue transportado a una casa vecina donde pronto se durmió en el sueño de los justos, el 16 de abril de 1783, a la edad de 35 años.

  45. San Vicente de Paul Confesor 1581 Landas, Francia † 1660 París, Francia 19 de julio ¡Cómo hablar de todos los infortunios que este santo ha aliviado! Ninguno, al parecer, podría sustraerse de los ardores de su caridad. Expósitos, jóvenes extraviados, niñas en peligro de perderse, mujeres pervertidas, galeotes, cautivos de los moros, obreros inválidos, alienados, mendigos sin techo, todos los infortunados fueron objeto de su infatigable solicitud. ¡Cuántas obras ha fundado, cuántas se han establecido bajo su patrocinio después de su muerte! ¡Ah! ¡si un vaso de agua dado a un pobre da derecho a una recompensa, cuál no debe ser la gloria de Vicente en el cielo!

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