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San Silverio

San Silverio. Día 2 de Diciembre. Hoy, 2 de diciembre, la Iglesia celebra a san SILVERIO, papa y mártir.

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Presentation Transcript


  1. San Silverio Día 2 de Diciembre

  2. Hoy, 2 de diciembre, la Iglesia celebra a san SILVERIO, papa y mártir. Su fiesta se celebraba, durante siglos, el 20 de Junio, día de su consagración como obispo de Roma; pero después de las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II se celebra el día de su muerte, 2 de Diciembre, que es su entrada en el cielo.

  3. SAN SILVERIO nos enseña principalmente el valor de la entereza ante las adversidades y los enemigos. Todo por cumplir siempre la voluntad de Dios.

  4. Hacia el año 480 nació san Silverio en la ciudad de Frosinone (a unos 50 kms. al sur de Roma). Su padre fue Hormisdas y su madre Caria de Capua. Era una familia bien acomodada y muy religiosa. Silverio no tuvo hermanos. En su niñez fue educado en un ambiente muy religioso.

  5. Cuando aún era joven, Silverio sufrió la muerte de su madre. Y pronto Hormisdas con su hijo Silverio fue a Roma. La razón principal es que Hormisdas viudo pensó dedicar su vida al servicio de la Iglesia. Un día será santo, san Hormisdas.

  6. Hormisdas se ordenó de diácono y entró al servicio del papa Símaco, siéndole fiel en momentos en que algunos del clero se habían separado en un cisma. San Hormisdas, siendo diácono, fue el notario del sínodo tenido en San Pedro en 502. Papa Símaco

  7. San Silverio, que había recibido de su padre una educación seria y cristiana, le siguió también en el servicio total a la Iglesia, al ser ordenado como subdiácono. Al estar san Silverio cerca de su padre, que era ayudante del papa, pudo seguir durante largo tiempo la organización de la Iglesia.

  8. Enodio de Pavía, con quien tenía una amigable relación san Hormisdas, expresó ante compañeros del clero la convicción de que este diácono romano, tan eminente por su piedad, riqueza espiritual y distinguida cuna, podría ocupar la Sede de Roma. El hecho es que al día siguiente del funeral de Símaco (20 de Julio de 514) Hormisdas fue elegido y consagrado como su sucesor; no hay ninguna mención de divisiones o disturbios en su elección.

  9. Desde este momento san Silverio podía llamar al papa papá. Esta es una característica muy especial de san Silverio: ser papa y santo siendo hijo legítimo de otro papa y santo.

  10. San Hormisdas, el padre de san Silverio, fue un gran papa. Desde el comienzo de su pontificado se preocupó por los asuntos de la Iglesia Griega y en general del Oriente. Durante su pontificado tuvo lugar una relativa conciliación entre la Iglesia Oriental y Occidental.

  11. En Constantinopla se suscribió la así llamada “Fórmula de Hormisdas” que volvía a proponer prácticamente la doctrina del Concilio de Nicea, de Calcedonia y de la carta de S. León Magno. Esta formula terminaba así: «...Estoy de acuerdo con el papa en la profesión de la doctrina y reprendo a todos los que él reprende». San Hormisdas envió, como su delegado, a su amigo, el obispo san Germán de Capua.

  12. La «Fórmula de Hormisdas» pasó a ser uno de los documentos esenciales de la Iglesia católica; el Concilio Vaticano I la incorporaría a la declaración dogmática sobre la infalibilidad pontificia.  Este documento del papa Hormisdas, es una de las pruebas más fehacientes de la autoridad que se atribuía al papa en los seis primeros siglos.

  13. Durante su papado, Hormisdas encargó a Dionisio el Exiguo, un astrónomo de origen escita y abad de un monasterio romano, reformar el calendario existente. Estableció como año primero de la era cristiana el del nacimiento de Jesús; pero se equivocó en unos 5 años, poniendo el nacimiento de Cristo el año 753 de la fundación de Roma, cuando en realidad fue hacia el 748.

  14. Hormisdas legisló en materia de disciplina eclesiástica: se vetaba otorgar el cargo de obispo a cambio de privilegios y donaciones. En su pontificado S. Benito fundó su orden “benedictina”.

  15. San Hormisdas fue un hombre inteligente, hábil y amante de la paz. Se le llama “abanderado de la paz”. En sus últimos años tuvo el consuelo de ver cesar en África la persecución de los vándalos. Demostró habilidad y autoridad en las negociaciones. Se le tiene a este papa entre los diplomáticos más hábiles y firmes.

  16. Es natural que con este padre san Silverio fuese estimado y amado en los círculos eclesiásticos de Roma. En esta academia de fe, de principios cristianos, de caridad y de humildad de su padre san Hormisdas, se iba preparando y madurando san Silverio.

  17. El pontificado de san Hormisdas fue glorioso por el vigor con que sostuvo la doctrina, por la reforma del clero, por la paz que procuró a las Iglesias de Oriente, por la expulsión de los maniqueos de Roma, y por sus limosnas y liberalidades con los Santos Lugares. San Hormisdas murió el 6 de agosto de 523.

  18. San Silverio, que mostraba un gran amor y respeto hacia su padre, compuso una inscripción fúnebre, que es el único documento literario que nos ha dejado, testimoniando la actividad de san Hormisdas y su amor por su padre.

  19. Quanvis digna tuis non sint, pater, ista sepulcris Nec titulus egeat clarificata fides, Sume tamen laudes, quas Petri captus amore, Extremo veniens hospens ab orbe legat. Sanasti patriae laceratum shismate corpus, Restituens propriis in membra revulsa locis. Imperio devicta pio tibi Graecia cessit, Amissam fidem laetatur. Africa multos captiva per annos, Pontifices precibus promeruisse tuis. Haec ego Silverius, quamvis mihi dura, notavi, Ut possent tumulis fixa manere diu.

  20. Que traducido puede ser: Aunque, oh padre, estas palabras no sean dignas de tu sepulcro ni la fe glorificada necesite inscripciones, sin embargo acepta las alabanzas que el peregrino, atraído por el amor a Pedro, pueda leer, llegado desde los límites extremos del Orbe. Tu has sanado el cuerpo de la patria lacerado por el cisma, restituyendo a la sede los miembros que estaban dispersos. A tu mandato paterno Grecia se doblega, alegre por haber encontrado la fe perdida. África, esclava por muchos años, se alegra por el retorno de sus obispos gracias a tus ruegos. Yo mismo, Silverio, aunque con dolor, lo he anotado para que quede esculpido sobre tu tumba para siempre.

  21. Entre la muerte de san Hormisdas y la elección de san Silverio transcurrieron trece años, en los cuales hubieron 5 papas. El papa anterior a san Silverio fue san Agapito. A principios de 536, el papa San Agapito se encontraba en Constantinopla, intentando negociar con el emperador bizantino Justiniano condiciones favorables para la Iglesia y para Roma.

  22. Había un gran problema en Constantinopla: Era que dominaban los monofisitas, gracias a la emperatriz Teodora, esposa del emperador Justiniano, quien era adicto a la Iglesia Romana. Los monofisitas creían sólo en la naturaleza divina de Jesús, no en la humana. Se llamaban también eutiquianos, por su fundador Eutiquio. Esta doctrina había sido condenada por el concilio de Calcedonia en el 451. Calcedonia

  23. El papa Agapito había depuesto a Antimo, arzobispo monofisita, hechura de la emperatriz, para poner a Menas, católico romano, ordenándole patriarca de Constantinopla. La muerte de san Agapito sucedió en circunstancias extrañas (se habla de envenenamiento ordenado por Teodora, la emperatriz). Era el 22 de Abril de 536.

  24. A la muerte de san Agapito, la emperatriz, resuelta a tener un Papa que fuese de su entera devoción, hizo partir a Roma al diácono Vigilio, y escribió a Belisario, el general del imperio bizantino en Italia, que le hiciese nombrar a Vigilio por sucesor de Agapito. 

  25. Apenas se supo en Roma la muerte de Agapito, se juntó el clero para nombrarle sucesor. Eran tiempos en que los reyes tenían mucha influencia en la elección del papa. Y el rey Teodato, que era el rey de los godos, quienes mandaban en Roma, no quería por Pontífice a ninguno que fuese hechura del Emperador de Constantinopla. Además recordaba cómo el rey Teodorico, de los godos, había sido amigo de san Hormisdas. Por todo ello obligó por fuerza al clero de Roma a que eligiese al subdiácono Silverio.

  26. Al principio no fue muy canónica la elección de Silverio, pues la mayoría del clero estaba en contra, ya que no solían ser nombrados los subdiáconos, sino los sacerdotes o diáconos; pero el clero temiendo un cisma, y viendo en Silverio un hombre muy a propósito para llevar la suprema dignidad a que había sido elevado, enmendó los defectos y unidos todos los votos confirmó libremente la elección con unánime consentimiento. Se ordenó de diácono y de presbítero, y después fue consagrado obispo el día 20 de junio del año 536, día en que, como obispo, tomó posesión de la sede apostólica. Por eso su fiesta se celebraba el 20 de Junio.

  27. Llegó Vigilio de Constantinopla, con ánimo de apoderarse de la Sede Apostólica; pero como encontró ya a Silverio colocado en ella, con aplauso y satisfacción universal, no se atrevió a intentar por entonces alguna novedad, aunque no por eso desistió de su idea, confiando en el poder del general Belisario, a quien la Emperatriz había escrito en su favor.

  28. Por aquel tiempo, después de que el general Belisario había restituido Sicilia a la obediencia del Emperador bizantino, y hecho cada día nuevas conquistas en Italia sobre los godos, fue a la ciudad de Nápoles. Cuando los bizantinos llegaron a Nápoles la saquearon como nunca lo habían hecho los bárbaros. Allí fue Vigilio a buscar a Belisario para entregarle las cartas de la Emperatriz, y, leídas, el general le prometió poner en ejecución lo que se le encargaba luego que se hiciese dueño de Roma.

  29. En Diciembre de 536, el general bizantino Belisario puso sitio a Roma. Atemorizado el pueblo romano por el saqueo de Nápoles, echó de sí la guarnición de los godos, y llamó a los bizantinos quienes entraron por las puertas abiertas de la ciudad sin que hubiera saqueo. El general Belisario fue recibido por el Papa Silverio de manera cortés y amistosa.

  30. El papa Silverio habló con el general Belisario sobre el saqueo de Nápoles. Y le condujo a cierto perdón, de modo que Belisario ordenó la inmediata reconstrucción de Nápoles, especialmente de las iglesias destruidas, y prometió que no habría represalias para los fugitivos.

  31. Pronto volvieron los godos sobre Roma y le pusieron sitio, manteniéndose Belisario encerrado dentro de la ciudad. Fue notorio el hecho de que durante el sitio los godos, aunque arrianos y bárbaros, no perdieron el respeto a las iglesias de los católicos que estaban extramuros, y ni aun atacaron la ciudad por un paraje donde estaban medio arruinadas las murallas, y estaba también bajo la protección particular de San Pedro.

  32. Este respeto que los bárbaros mostraron al Apóstol fue pernicioso al papa Silverio, porque sus enemigos tomaron de aquí ocasión de calumniarle, acusándole de que mantenía inteligencias secretas con ellos y por lo tanto de traición contra el emperador de Constantinopla.

  33. Los contrarios al papa Silverio añadieron a las calumnias el hecho de que el rey de los godos, Teodato, le había ayudado para constituirse papa. Siempre los materialistas creen que todos son de su condición.

  34. Volvió mientras tanto, a Constantinopla el diácono Vigilio para informar a la Emperatriz que ya había encontrado la Sede Apostólica ocupada por una persona, hechura del rey de los godos, y teniendo en su favor el clero y el pueblo romano. Hizo cuanto pudo para persuadir a la Emperatriz a que despojase de la Sede romana al papa.

  35. Esta sagaz princesa quiso primero sondear el ánimo del nuevo Papa, y probar si le podía reducir a sus intentos sin llegar a la violencia. Le escribió pidiéndole que restableciese a Antimo en la Sede de Constantinopla; que restituyese en las suyas a los demás herejes que su predecesor Agapito había desposeído de ellas, y que abrogase el Concilio de Calcedonia, bien resuelta a poner a Vigilio en lugar de Silverio, si éste le negaba lo que le pedía.

  36. Cuando san Silverio leyó las cartas, conoció muy bien todo el ánimo de la Emperatriz; pero ni las amenazas que le insinuaron de su parte, ni el destierro que preveía, ni el horror de los suplicios que podía temer fueron bastantes para acobardarle. Respondió, pues, a aquella princesa con el mayor respeto, pero al mismo tiempo con un tesón y con una fortaleza digna de un verdadero sucesor de san Pedro.

  37. Declaró que tanto la deposición de Antimo, eutiquiano (monofisita), como la de los demás herejes, había sido, no solamente legítima, sino necesaria; que restituirlos otra vez a sus sedes, de que tan legítimamente habían sido depuestos, sería volver a llamar los lobos para meterlos en medio de los rebaños; que nunca permitirá que un hereje tome el puesto reservado a los discípulos de Dios; y que, en fin, antes perdería la vida que hacer la más mínima cosa contra el santo Concilio de Calcedonia.

  38. Irritada la Emperatriz con tan firme respuesta, escribió prontamente a Belisario que, sin andarse ya en atenciones ni en respetos con Silverio, arrojase de la Sede Apostólica a aquel enemigo mortal de los eutiquianos (monifisitas), y colocase en ella a Vigilio.

  39. Era el general temeroso de Dios, y le llenó esta orden de mucho dolor. Causábale horror poner las manos en el ungido del Señor, y temía atraer sobre sí y sobre todo el imperio la indignación del Cielo, si osaba desposeer al Papa; por lo que buscaba razones para ir eludiendo las órdenes de la corte; pero al fin, temiendo caer en desgracia, se resolvió a obedecer, y sólo esperó un aparente pretexto.

  40. No le fue difícil encontrarle; porque fue acusado el santo Papa de que tenía correspondencia con los godos, y aun se presentaron algunas cartas que supusieron ser suyas. Parece ser que la carta más calumniosa era diciendo que el papa Silverio le decía al rey godo que le abriría de noche la puerta de la muralla que está cerca del palacio de Letrán, que era la residencia del pontífice.

  41. Belisario conoció la falsedad y la calumnia, pero no tuvo espíritu para resistirlas. Llamó a San Silverio a su palacio. Al principio no le quería acusar, según las cartas difamatorias, sino que le propuso de nuevo lo que le había escrito la emperatriz Teodora.

  42. Esta tentativa de mediación fue inútil, pues la respuesta del papa siempre era la misma: Nadie puede anteponerse al querer de Dios.

  43. Y para que se viera la buena voluntad del papa Silverio y quitase una preocupación al general, decidió el santo mudarse de residencia, pasando a vivir junto a la iglesia de santa Sabina en el Aventino, pues allí estaba lejos de toda entrada a la ciudad.

  44. Aun así llamó de nuevo el general al papa. Pretendía Belisario seguir el parecer de la emperatriz, pero haciendo que todo el proceso pareciera muy legal. En aquel tiempo se condenaba a cualquiera, por mucho rango social que tuviera, si hubiera hablado en contra del poder bizantino.

  45. El resultado fue el mismo y la misma tenacidad de san Silverio en el servicio pleno de la voluntad de Dios. Así que llegó la tercera, definitiva y violenta audiencia.

  46. Llamó el general a san Silverio y, sin darle lugar a que se justificase, mandó que le quitasen el palio, que le despojasen de las vestiduras pontificales y le vistiesen de monje. Después envió a decir al clero, a quien se le había detenido en las antesalas de palacio cuando vino acompañando al santo papa, que Silverio quedaba ya depuesto, y era monje. Atónitos los circunstantes al oír esta embajada, cada cual procuró escaparse como pudo, temiendo ser igualmente maltratados

  47. Pasó más adelante Belisario. Viendo las lágrimas y los clamores del pueblo, que pedía a gritos a su santo pastor, temió alguna sedición, y envió a san Silverio desterrado a Patara, ciudad de Licia, actualmente en ruinas cerca de Kalkan, Turquía. Después, sin perder tiempo, hizo elegir en su lugar a Vigilio, sin que el clero se atreviese a oponer a su voluntad.

  48. Esto que había hecho Belisario era muy grave. El papa sólo podía ser depuesto por el poder espiritual de un cónclave apostólico, por graves motivos, como podía ser una herejía o una locura. Por lo tanto Vigilio, proclamado papa por Belisario y su corte, era considerado por el clero y los fieles antipapa, mientras viviera el papa Silverio.

  49. Los fieles sufrían. Sólo san Silverio se llenó de verdadero gozo, por verse tan maltratado en defensa de la fe y de los intereses de la Iglesia, considerando su destierro como premio de su celo y de sus apostólicos trabajos. Dichoso yo, solía decir, si puedo purgar los defectos de mi elección con las penalidades de mi destierro; pero mucho más dichoso si logro derramar mi sangre por la Iglesia y por la Fe.

  50. Dicen que Belisario había quedado fascinado por la calidad personal del papa Silverio, hombre de caridad pero de firmes ideas apostólicas y gran cultura, de modo que, aunque se sentía obligado a seguir el parecer de la emperatriz, guardó una estima grande hacia el pontífice.

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