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CAPÍTULO XXVI: MADAGASCAR, LA MISIÓN ENTRE INFIELES

CAPÍTULO XXVI: MADAGASCAR, LA MISIÓN ENTRE INFIELES. JOSE María Román, San Vicente de Paúl PP.436-448. "Vicente de Paúl... ofrece mandar sus misioneros".

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CAPÍTULO XXVI: MADAGASCAR, LA MISIÓN ENTRE INFIELES

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  1. CAPÍTULO XXVI: MADAGASCAR, LA MISIÓN ENTRE INFIELES JOSE María Román, San Vicente de Paúl PP.436-448

  2. "Vicente de Paúl... ofrece mandar sus misioneros" Aunque realizado en tierras infieles, el trabajo entre los cautivos de Berbería era trabajo de cristiandad; la acción de los misioneros se limitaba a los cristianos. Vicente deseaba ardientemente un trabajo directo de evangelización de infieles La Congregación de Propaganda, y de manera especial su secretario, Mons. Ingoli, buscaba misioneros para países lejanos. Entre 1643 y 1647 se pensó en confiarle el obispado de Babilonia, que incluía la responsabilidad de las misiones en Mesopotamia, Persia y parte de la India. Casi llegó a estar nombrado el P. Lambert. Pero el proyecto se vino abajo por una serie de dificultades: las condiciones puestas por el obispo retirado, Juan Duval,

  3. En 1656, la oferta versó sobre el Líbano, y se pidió a Vicente que propusiera a uno de sus sacerdotes. Después de algunas vacilaciones fue designado Tomás Berthe, También parece haberse pensado en algún momento en el envío de misioneros a Pernambuco, en Brasil, y al Canadá, país este último en el que la política francesa desarrollaba por entonces una intensa tarea de colonización.

  4. "Una isla que está bajo el Capricornio"

  5. Humanamente, la misión de Madagascar era una misión imposible. La distancia y, sobre todo, las comunicaciones planteaban problemas desesperantes. De las tres primeras expediciones enviadas por Vicente:

  6. "Eche las redes con valentía" Vicente fue escogiendo para la difícil y arriesgada misión una serie de sacerdotes extraordinarios por su calidad humana y religiosa. Asombra cómo, en menos de veinticinco años, la pequeña compañía, a la que Vicente consideraba compuesta de sujetos insignificantes por virtud, ciencia y condición social, dispuso de hombres suficientes para tan varias y exigentes empresas:

  7. Cien escudos en oro para imprevistos. Un oratorio completo. Dos rituales, dos biblias. Dos concilios de Trento. Dos manuales de la Moral de Binsfeld. Dos libros de las meditaciones de Buseo. Ejemplares de la Vida devota y de vidas de santos. La vida y las cartas de San Francisco Javier. Hierros para hacer hostias, imperdibles. Tres o cuatro estuches de bolsillo, los santos óleos. Los misioneros debían llevar material indispensable para el viaje

  8. Sólo he quedado yo para darle la noticia" Entre la muerte de Nacquart y la llegada de la segunda expedición de misioneros pasaron más de cuatro años. Al fin, el 16 de agosto de 1654, desembarcaron en la isla los PP. Bourdaise y Mousnier y el hermano Forest. Bourdaise, como antes Nacquart, se quedó solo para todo el trabajo. En menos de tres años bautizó a unos 600 paganos. En 1656 tuvo la alegría de recibir refuerzos: los PP. Dufour y Prévost. Un tercer compañero, el P. Belleville, murió en el viaje. Lo peor fue que también Dufour y Prévost murieron a los dos y tres meses, respectivamente, de su llegada.

  9. "Ese muchacho tímido, humilde y manso" Entre 1656 y 1660 se sucedieron otros tres envíos de misioneros, todos ellos destinados al fracaso. El naufragio de la expedición de 1656, de que ya hicimos mención, tuvo consecuencias fatales para casi la mitad de los viajeros. De 64, perecieron 30. Los tres misioneros figuraron en el número de los supervivientes, en parte por circunstancias fortuitas y en parre por el valor y decisión de uno de ellos

  10. "ALABADO SEA DIOS POR LA VIDA Y POR LA MUERTE" Madagascar era para Vicente la coronación de la obra misionera de la compañía Por eso la sostuvo contra viento y marea no obstante el largo y doloroso rosario de sacrificios. En ninguna otra empresa desplegó Vicente de Paúl tanta tenacidad, tanto trabajo, tanto esfuerzo. Madagascar estuvo sin misioneros desde la muerte de Bourdaise hasta tres años después de la de Vicente, cuando llegaron por fin los últimos misioneros que él había enviado. Su sucesor, el P Alméras, continuó la obra hasta que Francia retiró de la isla los últimos colonos. Los misioneros vicencianos regresaron a ella en el siglo XIX, y todavía hoy prosiguen en la diócesis de Fort-Dauphin la labor iniciada por Nacquart y Gondrée en tan adversas circunstancias

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