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Cardeñosa: historia y cultura

Cardeñosa: historia y cultura. La verdadera historia del bandolero Marianete (aproximación). Juan de la Cruz Mayo Teodosio Sánchez.

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Cardeñosa: historia y cultura

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Presentation Transcript


  1. Cardeñosa: historia y cultura La verdadera historia del bandolero Marianete (aproximación) Juan de la Cruz Mayo Teodosio Sánchez

  2. Mariano Velayos Pindado nació en Cardeñosa el 17 de septiembre de 1865. De principio fue un niño inquieto; demasiado consentido y llorón para aguantar la pobreza.

  3. El juego que más le gustaba eran el “jinche”, que se practicaba hincando en el suelo de tierra un hierro afilado; en el juego de las tabas, donde se tiraba al aire un hueso de oveja a ver si quedaba de pie, no era tan bueno: el arte del equilibrio era demasiado sutil para su carácter. Pero Marianete prefería ir a nidos, porque espantaba su hambre comiéndose los huevos de las aves. .

  4. Se fue haciendo un muchacho muy hábil para cazar: más de una vez le vieron acertar a pájaros en el aire de un cantazo. Pero un día vio a un pastor manejar una honda hecha con tiras de piel. No paró hasta encontrar material para hacerse otra igual. Con ella jondeaba piedras mucho más lejos y la práctica también consiguió que terminara haciendo puntería. Se ufanaba de que le vieran con los pájaros, colgados de un cordel atado al cinto, camino de casa. “Mira aquel rapaz ¡qué fino que es!”

  5. Era pobre, pero le iba poco trabajar. Por inconstante no valió de zagal, ni tampoco de segador: le dolía demasiado el espinazo y sólo hacía que parar a beber agua. Nadie le quería tomar a jornal. !Mejor! -se decía Mariano, que prefería cazar o robar animales domésticos, y si esto le salía mal tampoco le importaba pasar hambre-. Su hermano mayor era también un valentón y gracias a su sombra, nadie paró los pies a tiempo a Marianete.

  6. Así fue que salió virtuoso sólo de las trapacerías; en Cardeñosa ya se hizo demasiado conocido y todas se las achacaban a él. Como varias veces le acusaran siendo inocente, desoyó para siempre a las gentes que trataron de reformarle y se hizo definitivamente inmoral: nunca más se sujetó de sus apetencias de robar manzanas, peras y ciruelas de los huertos: era un depredador de los melonares en los veranos y el terror de las viñas en septiembre

  7. Por aquellos tiempos pasaban muchos arrieros hacia la capital y Marianete cavilaba donde llevarían el dinero de sus trajines y cómo podría atacarles. Zalamero, se arrimaba a ellos y trataba de pender conversación para ganarse su confianza.

  8. Escuchaba con mucha atención cómo contaban historias de bandoleros de Andalucía que robaban a los ricos y eran la admiración de los pobres.

  9. Nombres como Tragabuches, el Pernales, Luis Candelas, el Niño del Araal, Pasos Largos, el Tempranillo, el Margato, el Vivillo… excitaban su imaginación, sus audacias, sus conquistas… había otra manera de vivir.

  10. A algunos arrieros consiguió hurtarles con astucia lo que podía: unas perras chicas, algún reloj o alguna navajilla. Aún le faltaban espolones para hacer frente a un hombre por las bravas. Siempre furtivo, estas y otras fechorías le obligaron a conocer muy bien los escondrijos del campo cardeñosense, tan abundante en berrocales, cuevas, vaguadas y arboledas.

  11. Marianete fue creciendo y se compró la navaja de más elegante damasquinado que encontró en la feria de Berlanas. Bien visible al cinto, galleaba con ella sobre todo si sabía que le podían estar mirando: la sacaba con rapidez, dibujaba cortes en el aire y se ejercitaba hincándola en puertas y árboles.

  12. Había criado fama de gandul y ninguna moza de Cardeñosa se dejaba acercar de él. Otros se echaban novia, pero Marianete aprendió que el camino más corto de la carne era pagar a algunas mujeres distraídas que bajaban al río de Ávila. -Esas sí saben bien lo que yo quiero y no estas “beatillas” del pueblo que sólo piensan en casarse. Pero el dinero se iba rápido con aquéllas pájaras .

  13. Tampoco le faltaban tropiezos con los chulos que vigilaban a aquellas mujeres “del río”. Entre unos y otros le fueron curtiendo el pellejo, se tentaba las carnes y el espinazo después de enzarzarse con algunos valentones que le hicieron frente, también con los brutales guardas de las dehesas. Marianete tenía el justificado resquemor de que hacía pocos años en Cardeñosa existieron dos tierras comunales, Ajates y Cabreras, que con su caza y con su leña quitaban mucha hambre y mucho frío al pueblo.

  14. Pero con la desamortización de Pascual Madoz se malvendieron, y sus amos: señores, condes o marqueses, las mandaron cercar y pusieron guardas de su caza. Ninguna cerca era alta para este aprendiz de la mala vida: aprendió a entrar, poner los lazos y huir, también en las dehesas, siendo certero en los golpes y listo en evitar a los guardas más peligrosos.

  15. Un día en Ajates le estaban esperando, le arrodearon y le apresaron con dos conejos al cinto. Atado y magullado le llevaron al Marqués que comía en su mesa unas viandas.

  16. -Con que tú eres el Mariano, el Marianete... Dicen que te has echao al monte, ¡buena alimaña estás hecho!. Que sepas que a mí me gusta la gente bravía, -dijo- pero aquí mando yo, y estos bravos que ves me tienen que obedecer como perros. Y tiró un torrezno a uno de los guardas, que lo cogió al vuelo. Si quieres pan y torreznos defenderás mi dehesa, que pocos te han de burlar, pero, ¡ay de ti!, si quieres ser lobo, te colgaremos de una encina.

  17. Y con estos escarmientos Marianete fue escapando del pueblo; lograba pequeños golpes, pero el dinero era otro peligro que se le escurría entre mujeres, vino y comilonas. Ya le barruntaba la Guardia Civil y a veces le limpiaban sus escondrijos en el campo. Así, perdía de un golpe dineros, mantas y caballerías, fruto de meses de robos.

  18. Fue por entonces que uno de los ricos de Cardeñosa, Patricio, le mandó llamar. Mira Mariano: somos quintos, ya lo sabes, tú das miedo a la gente mientras que yo soy respetable. Aunque tú seas más temible que yo, conmigo no se mete nadie. Crees que te puede ir bien, pero siempre estás en peligro y así nunca tendrás nada. Ya lo estás viendo. Yo estoy a este lado de la ley y esa tranquilidad vale tanto como tu audacia.

  19. Hoy puedes comer aquí en paz: un cocido de garbanzos calentito, que bueno te sabrá; puedes dormir en el pajar siempre que saltes por el corral, pero nunca se te ocurra entrar por mi puerta. Yo te puedo dar provisiones, y comprarte cosas que te hagan falta, pero eso no es de balde: una parte de lo que tú no pierdas, yo me la tengo que ganar. Incluso te guardaré para ti dineros tuyos para cuando los necesites. Palabra de tu quinto. Pero recuerda que yo seguiré siendo respetable y de ley; y espabila que si algún día alguien te pilla aquí, no te conozco. Te denunciaré y te acusaré en un juicio.

  20. Cuenta la leyenda que Marianete siguió buscándose guaridas para esconderse, y para ocultar sus botines y sus provisiones. Dicen que su refugio principal era una cueva de la Lobera, aunque también se ocultaba en otra de la Cercona, y algunas veces en molinos abandonados y otros berrocales aislados.

  21. Pero cuando podía dormir en Cardeñosa, prefería la blandura de la cama de heno y la calurosa compañía del ganado en la cija de los Guerritas. La familia que le ocultaba, con discreción propagaba que su refugio era la Ermita de la Madre de Dios, o que le habían visto entrar por algún bocín de algún pajar, e incluso se guardaba en los grandes cubetos de la Casa Abajo.

  22. Marianete atrajo a su hermano menor Gregorio a la aventura. Campaban por los alrededores de la capital de Ávila y el Sur de la Moraña, pues acordaron que la Sierra de Gredos sería el dominio de la ralea del “Maragato” y en la zona oeste de la Sierra de Ávila del “Tambores”. Mariano era más atrevido que Gregorio y muchas veces actuaba solo y a cara descubierta. Goyo se tapaba mejor y hacía una vida entre dos aguas.

  23. Los días de la feria de Berlanas, Gregorio invitaba a echar tragos de la bota y hablaba con los chalanes, que le ponían al tanto. Con la información, Mariano se ponía al acecho para asaltar no sólo gruesa bolsa de los tratantes, también el humilde bolsillo de infelices vendedores de una ternera engordada a base de privaciones con la esperanza de prosperar.

  24. El robo más sonado fue en del Gobierno Civil. El mismo palacio era la residencia del gobernador y también aumentaba el valor del desafío porque al lado estaban la delegación de hacienda, la inspección del orden público y la comisaría de policía. Marianete y Goyo aprovecharon un domingo en que el Gobernador había salido de viaje: con grandes palancas forzaron la puerta de entrada y aunque tuvieron que entretenerse en derrumbar parte del muro de la caja fuerte, se llevaron más de 6.000 pesetas.

  25. Fue un chasco para las autoridades, aunque no fue tanto el dinero así ganado; había que pagar bocas calladas y alcahuetes del interior, de esa manera los hermanos tuvieron que seguir actuando sin reposo en la ciudad de Ávila. Ya todo el mundo estaba más avisado, pero el bandolero todavía consiguió hacerse con el botín en el palacio de los Superunda, aunque fueron frustrados los del palacio del Duque de Valencia y la Diputación Provincial. Entre el temor y la admiración, sus osadías habían convertido a Marianete en una leyenda.

  26. La justicia estaba cerca de sus pasos, dicen que una vez que fue encarcelado consiguió organizar una fuga colectiva de la prisión. Su leyenda se multiplicó con esta nueva habilidad, porque los presos evadidos causaron el terror en el Valle Amblés.

  27. Contaba con mujeres cómplices que le guipaban los golpes que podía dar. Así desvalijó al notario de Mirueña, Sr. Portela y otra vez salió al camino para robar al Recaudador de Hacienda Sr. Mangrané, robándole las sacas de recaudación. Este dinero iba a ser para pagar el sueldo de los guardias civiles del cuartel de Ávila. Por culpa de esta temeridad del bandolero, ese mes tuvieron que tirar de ahorros o vivir de fiado. Desde entonces, los guardias se juramentaron para acabar con él.

  28. Marianete lo sabía y se hizo más receloso. Un atardecer, venía cansado y hambriento a su cómoda guarida de Cardeñosa, cuando un grupo de chavales le reconoció y empezaron a gritar con admiración: ¡Marianete, Marianete!, el bandido, montó en cólera: los fustigó con la tralla del caballo y huyeron llorando a su casa. Pero después de aquella escena Mariano tuvo que volverse a su fría cueva de la Lobera.

  29. Por el pinar entre Arévalo y Tiñosillos, venía Pedro Mazo, labrador de Villanueva de Gómez, hombre cabal, correoso y fuerte, que además iba provisto de un revólver para defender los dineros de la venta de un carro de trigo. El bandolero le salió al paso y Pedro usó su revólver. Pero un hombre cabal, en el trance de lucha a muerte, piensa en sus hijos y el desamparo en que van a quedar si pierde la partida. Nunca entrará a matar con desprecio de la propia vida como un proscrito que está acostumbrado a jugársela. Pedro fue herido y se rindió. Aquel triunfo supuso un botín de 1.500 pesetas del labrador, de 65 céntimos que llevaba su criado, y 2 pesetas de un seminarista que les acompañaba. Además, Mariano se apoderó del revólver, del caballo de Pedro Mazo y las dos mulas que tiraban del carro

  30. Escondió esas mulas con intención de venderlas más tarde, cuando se hubieran disipado los ruidos de aquélla pólvora. Pastando en el Arroyo Cardiel las vio Tío Forroncho y lo puso en conocimiento. Allí se presentó la Guardia Civil a requisarlas.

  31. Marianete se enteró de quien había sido el autor del chivatazo y una noche le entró en la cija y acuchilló a las ovejas y las cabras. Cuando llegó el pastor vio tal carnicería que sólo acertó a ver con vida al pobre burro que andaba echando el bofe con las tripas fuera. Dicen que Forroncho exclamó: “ya pueden estos ojos ver cosas en lo que me quede de vida, que tendré la boca cerrada y la lengua quieta”.

  32. La fama de Marianete en la provincia era tanta que en casi ningún sitio se sentía seguro. Sólo en las guaridas de su bien conocida Cardeñosa. Tras las lecciones que, a trallazos aprendieron los niños, y la sangrienta venganza a Forroncho, estaba confiado de que aunque alguien le viera, se estaría bien callado (ya fuera por simpatía o por miedo).

  33. Pero Marianete estorbaba; los guardias rondaban el pueblo armados hasta los dientes, y se sabía que tenían orden de tirar a matar, porque no podía escapárseles de nuevo. Entonces Tío Romo, que era el juez de paz, tuvo la valentía de encararle exigiéndole que se marchara, porque estaba trayendo la desgracia al pueblo. La discusión degeneró en lucha y como Romo y se resistiera, recibió varias heridas -le contaron catorce, entre puñaladas y arañazos- pero no fueron mortales. En la refriega Marianete también se llevó alguna herida en su propio cuerpo, aunque nadie se las contó.

  34. Pero la Guardia Civil estaba determinada a acabar con él como fuese. Varias parejas le seguían y le rodearon en la Venta de San Vicente, pueblo anejo de Tolbaños. Esta vez Marianete no sabía por donde escapar y se parapetó en la cerca de una ermita. Comenzó el tiroteo: el bandido disparaba con su trabuco y con la pistola que robó a Pedro Mazo, pero los guardias eran bragados y además tenían mosquetones. Esta vez Mariano, no pudo mantenerles a raya, le rodearon y mientras cargaba su trabuco, un disparo de fusil le acertó en la cabeza y terminó con su vida.

  35. Era el 22 de agosto de 1901, para acabar también con la leyenda de Marianete, su cuerpo fue trasladado y exhibido en Ávila. Su hermano Gregorio, que ya estaba detenido, fue obligado a reconocer el cadáver de la “alimaña que había campado en el alfoz abulense”. El orden triunfó con el escarmiento, y cuando el hedor de los restos fue insoportable, los subieron a un carro y fueron enterrados en la fosa común para que se confundieran con los de otros desheredados.

  36. Volvió la paz a los caminos, pero las gentes de Cardeñosa, muchos años después, seguían buscando entre las piedras el legendario tesoro de Marianete.

  37. La verdadera historia del bandolero Marianete (aproximación) Juan de la Cruz Mayo (http:// Guerra civil en, las 5 villas Ávila) Fotografías: Mayoral, Teodosio, WWW Músia: EnnioMorricone

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