Aprendí que esta rama de la psicología se dedica a comprender, evaluar y tratar los trastornos mentales, emocionales y del comportamiento. Su misión sería ayudar a las personas a entender su dolor interior y guiarlas hacia el bienestar. En la universidad, Sofía conoció herramientas como las entrevistas clínicas, los test psicológicos y las diferentes formas de psicoterapia. También estudió trastornos como la ansiedad, la depresión, las fobias y los problemas de conducta.
Durante sus prácticas, conoció a Juan, un adolescente que sufría ataques de pánico. Usando sus conocimientos, lo evaluó, lo escuchó con empatía, y juntos trabajaron con técnicas terapéuticas. Juan, poco a poco, volvió a confiar en sí mismo. Sofía entendió que ser psicóloga clínica no era solo aplicar teorías: era acompañar a las personas en su proceso de sanación. Con el tiempo, Sofía ayudó a muchos más: adultos con traumas, niños con problemas emocionales, personas con crisis existenciales.
Cada caso era distinto, pero todos compartían algo: necesitaban ser comprendidos y apoyados por alguien capacitado. Así, Sofía no solo se convirtió en psicóloga clínica. Se volvió un puente entre el sufrimiento y la esperanza, demostrando que la salud mental importa, y que pedir ayuda es el primer paso hacia una vida mejor.
#Salud mental como derecho y prioridad