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La importancia de este pasaje de Lucas radica por el perdón de los pecados.

La importancia de este pasaje de Lucas radica por el perdón de los pecados. Jesús, expresión la más perfecta del amor de Dios a los hombres. Frente a la actitud engreída de los fariseos ante Cristo, una mujer pecadora va a encontrar el perdón

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La importancia de este pasaje de Lucas radica por el perdón de los pecados.

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Presentation Transcript


  1. La importancia de este pasaje de Lucas radica por el perdón de los pecados. Jesús, expresión la más perfecta del amor de Dios a los hombres. Frente a la actitud engreída de los fariseos ante Cristo, una mujer pecadora va a encontrar el perdón llegando a ser también ella: “hija de la Sabiduría” (Lc7,35).

  2. Un fariseo llamado Simón invitó a Cristo a comer con él, a un banquete al que había invitados (v.49). No se dice la ciudad. Pero parece que era en Galilea. No muestra especial simpatía por Cristo, ya que no le da las muestras ordinarias de deferencia que se tienen con los huéspedes, y que Cristo le resaltará luego (v.44-46). Debe de ser por un simple motivo de curiosidad ante su fama, para formarse un juicio sobre él, y hasta posiblemente para espiarle. O considerándose meritorio invitar a una comida de sociedad a maestros transeúntes, especialmente si habían predicado en la sinagoga, se podría pensar que al banquete antecedió una enseñanza sinagoga de Cristo, que impresionó a Simón, a los comensales y a la pecadora 7. Acaso fuese esto el motivo de su llanto ante Cristo. Lloraba ante un “profeta,” aunque a la hora de la redacción se ve su orientación a la “confesión.”

  3. Durante el banquete entró en la sala una mujer pecadora. Está en las costumbres de Oriente el que se deje pasar a más gentes a estos actos como puros curiosos u observadores 8. Una vez dentro, se puso detrás de Jesús, para alcanzar sus pies.

  4. La comida se hacía al tipo de triclinios, reclinados sobre lechos, descansando el cuerpo sobre el brazo izquierdo y teniendo los pies hacia atrás, casi a la altura del suelo.

  5. Esta pecadora derramó sobre sus pies un frasco de perfume y los regó con sus lágrimas, los besó y los enjugó con sus cabellos: grande debió de ser la cantidad de ungüento sobre ellos derramado.

  6. Simón, al ver esta escena, pensó que Cristo no fuese profeta, porque no sabía qué clase de mujer fuese aquélla. Pensaba posiblemente en ciertos antiguos profetas, tal como se lee en los libros de los Reyes (1Re_14,6; 2Re_1,3; 2Re_5,24ss).

  7. Pero Cristo le va a demostrar, no sólo que es profeta, pues lee en su corazón y en el de la pecadora, sino que se va a presentar con poderes excepcionales. que estaban reservados exclusivamente a Dios. Según la tradición rabínica, el Mesías no tendría el poder de perdonar los pecados 12.

  8. Este no le ofreció los signos de hospitalidad que se tienen en Oriente con los huéspedes, sobre todo distinguidos. Ni le ofreció el agua para lavar los pies; ni le dio el beso de paz del saludo; ni le hizo ungir la cabeza con perfumes, tan usados en Oriente.

  9. Pero, en cambio, esta pecadora lo hizo con creces: le lavó los pies con sus lágrimas, los ungió con perfume sacado de un rico pomo de alabastro, los enjugó con sus propios cabellos y no cesó de besarlos.

  10. Cristo no trata tanto del reproche al fariseo, cuanto, por contraste, destaca el amor de la pecadora: ésta (pecadora) hace lo que no hizo, debiendo hacerlo, el fariseo (justo).

  11. La visión de Jesús se ilumina a partir de una parábola (7, 41-43): de dos deudores insolventes amará más al Señor aquél a quien le ha sido perdonada la mayor de las deudas. Aplicando la parábola se precisa la actitud del fariseo y de la prostituta.

  12. La mujer ve en Cristo el perdón de Dios; conmovida y arrepentida se acerca a él en expresión de amor; este amor, conmoción y arrepentimiento, recibe de Jesús el perdón y la paz. Jesús es el vehículo de la misericordia de Dios, en este caso en forma de perdón.

  13. El fariseo no extrema las expresiones de afecto y reconocimiento, al fariseo no se le ha perdonado nada. La mujer, en cambio, se siente deudora de Cristo, beneficiada por el perdón de los pecados.

  14. El fariseo no entiende aquel amor porque al considerarse justo y puro no entiende lo que significa sentirse perdonado.

  15. Ante Dios todos somos deudores, y nadie puede estar en paz con Dios si Dios no le concede la paz. Simón el fariseo era un pecador, y la mujer que lavó con lágrimas los pies de Jesús también era una pecadora. Y nosotros también lo somos. La única diferencia está en que unos lo son más que otros.

  16. Pero lo que verdaderamente importa es aquella otra diferencia que se establece cuando unos reconocen su pecado y otros se obstinan en ignorarlo. Pues el gozo del encuentro con Dios sólo pueden experimentarlo cuantos se reconocen pecadores sin juzgar a los demás.

  17. Ya lo ves, Señor, no somos ni audaces ni endurecidos, ni te diremos: "somos inocentes, no tenemos pecado“, sino que lo confesamos: hemos pecado. Somos de verdad culpables, hemos sido rebeldes a tu voluntad, hemos abusado de tu confianza, hemos blasfemado, hemos incitado al mal, hemos condenado al inocente, hemos sido orgullosos, hemos sido violentos, hemos afirmado la falsedad, hemos aconsejado mal, hemos defraudado, hemos despreciado lo pequeño, hemos menospreciado a los otros, hemos sido explotadores, hemos abusado del poder, hemos malgastado las cosas, hemos sido perversos, hemos sido desvergonzados, hemos sido insolidarios, hemos endurecido el corazón, apartándonos de tu camino, desoyendo tu palabra. Y tú, justo en todo lo que sucede, has seguido actuando con amor y fidelidad con nosotros; pero nosotros no, nosotros hemos pecado. DEL RITUAL HEBREO

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