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OBRA DE LA TRINIDAD, 1

L 6 de 92. OBRA DE LA TRINIDAD, 1. La liturgia es en primer lugar una teofanía : Dios manifiesta su fuerza, y el hombre le reconoce, le adora y le glorifica. Se sitúa dentro de la economía salvífica proyectada y revelada por el Padre , cumplida por el

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OBRA DE LA TRINIDAD, 1

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  1. L 6 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 1 La liturgia es en primer lugar una teofanía: Dios manifiesta su fuerza, y el hombre le reconoce, le adora y le glorifica. Se sitúa dentro de la economía salvífica proyectada y revelada por el Padre, cumplida por el Hijo y llevada a cabo por el Espíritu Santo en la etapa de la Iglesia. En la creación, la vida es donada al mundo. Cuando llega el hombre se inicia la historia que vive el drama del rechazo de la comunión con Dios. Llega la “plenitud de los tiempos” y la vida es nuevamente do- nada. El Hijo eterno, engendrado antes de todos los siglos y encarna- do en el tiempo por obra del Espíritu Santo, introduce al hombre en el misterio de la comunión del Dios tres veces santo.

  2. L 7 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 2 CCE 236: “Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida ín- tima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comu- nica su vida (...). Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el miste- rio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras”. Una vez cumplida la voluntad del Padre mediante el misterio pascual, el Hijo entrega su Espíritu a la Iglesia. Desde la hora pascual, el mis- terio de la comunión de la santidad divina (theologia), dispensado en el misterio de Cristo (oikonomia), se convierte, en cuanto dado en participación a los hombres mediante el culto de la Iglesia, en liturgia.

  3. L 8 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 3 La liturgia no es otra cosa en el fondo que la actualización sacra- mental continuada de aquel primer acontecimiento por el cual la Palabra-Dios se hizo carne para santificar a los hombres y dar gloria al Padre. Toda celebración sacramental –y de modo eminente la Eucaristía- vive los tres movimientos de la Pascua de Je- sús: el Padre nos dona a su Hijo a- mado, el Verbo asume nuestra carne y nuestra muerte para que resucite- mos con Él, y su Espíritu nos hace entrar en la comunión eterna del Padre.

  4. L 9 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 4 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa (28.06.2003): “Se trata de vivir la liturgia como acción de la Tri- nidad. El Padre es quien actúa por nosotros en los misterios celebrados; Él es quien nos habla, nos perdona, nos escucha, nos da su Espíritu; a Él nos dirigimos, lo escuchamos, alabamos e invocamos. Jesús es quien actúa para nuestra santificación, ha- ciéndonos partícipes de su misterio. El Espíritu Santo es el que interviene con su gracia y nos con- vierte en el cuerpo de Cristo, la Iglesia”. La liturgia es primariamente misterio, acontecimiento y obra trinita- ria, presencia siempre actual de la inefable santidad de Dios dada por Cristo en comunión a los hombres. Se convierte “en anticipación de la bienaventuranza final y participación de la gloria celestial” (Idem).

  5. L 10 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 5 El Padre es la fuente y el fin de la liturgia; Cristo, el Hijo en- carnado, es el mediador; y el Espíritu Santo su artífice. La estructura trinitaria de la liturgia im- plica que toda celebración de culto debe ser siempre comprendida y vivida como alabanza de la gloria del Padre (doxolo- gía), presencia sacramental de Cristo (anámnesis), resplandor de su gloria por obra del Espíritu Santo (epíclesis). Todas las fórmulas litúrgicas culminan en una glorificación del Padre, por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo.

  6. L 11 de 92 OBRA DE LA TRINIDAD, 6 La liturgia unifica en su dinámica teológica interna las dimensiones descendente y ascendente –santificación y culto- del misterio de salvación. “En la liturgia terrena, pregustamos y toma- mos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregri- nos, y donde Cristo está sentado a la dies- tra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero” (Sacrosanctum Concilium 8). Final de los prefacios y Sanctus.

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