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Cachorro

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Presentation Transcript


  1. Cuentan una leyenda de Sevilla que allá por 1682, deseosos los integrantes de una cofradía del barrio de Triana de tener una imagen de mérito artístico para la advocación de la Expiración de Nuestro Señor a la que daban culto, encargaron la realización de la obra a un ya afamado escultor llamado Francisco Antonio Ruiz Gijón. El imaginero se tomó su trabajo muy en serio, y realizó innumerables bocetos para su crucificado. Visitó hospitales buscando a moribundos que reflejaran el verdadero rostro de la agonía, y encontró expresiones de dolor exasperado, pero que no se ajustaban a lo que él pensaba que tenía que reflejar la muerte de Jesús. Junto a estos encontró rostros de enfermos desahuciados, que parecían estar esperando el tránsito con resignación, como algo natural e inevitable, e incluso con cierto cansancio de la vida. No era tampoco eso lo que él buscaba.

  2. Una madrugada, desvelado por estaobsesión de encontrar la expresión perfecta para la muerte de Cristo, tomó un farol y se echó a la calle para buscar a los cofrades y solicitarles una ampliación del plazo que habían concertado para la realización de la obra. Cuando cruzaba entre tinieblas el viejo puente de barcas que unía la ciudad con Triana, su histórico arrabal del otro lado del río, oyó unos lamentos y se acercó sorteando las sombras a un bulto con forma humana que estaba tendido en el piso del puente, y del que claramente parecían venir la voces.

  3. Acercó su farol y vio la cara de un joven gitano al que acababan de apuñalar en una reyerta, y al que se le escapaba la vida a chorros. Sus ojos empezaban a nublarse, sus rasgos se habían afilado, y en su expresión desencajada se veía la proximidad de una muerte inminente. Viendo que nada podía hacer por aquel hombre, trató de confortar su último aliento, y una vez comprobada su muerte marchó hacia su domicilio. Había encontrado lo que buscaba, y no era cuestión por otra parte de permanecer junto a la escena de un crimen en el que nada tenía que ver.

  4. Mucho se habló en Triana de la muerte de aquel joven al que apodaban “El Cachorro”, pero poco se sacó en claro. Se referían historias de celos, de rivalidades de amor, y un sin fin de posibles explicaciones a la muerte violenta en la flor de la vida del gitano, pero nunca se descubrió al asesino. Después de todo, eso eran asuntos de gitanos, y poco importaba que hubiera uno más o menos. El arrabal trianero era entonces el mayor núcleo de población gitana de toda España, y había sus problemas de convivencias entre las razas.

  5. Aquel año sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando un nuevo crucificado salió a procesionar por las calles del barrio. - ¡Es el Cachorro! – Se repetían las gentes maravilladas del parecido, y con ese apelativo quedó para siempre bautizado aquel hermoso crucificado. Una prodigiosa imagen que reflejaba con extraordinario realismo el último hálito de vida de un ser humano muerto injustamente.

  6. Así, cada tarde del Viernes Santo, cuando la portentosa efigie cruza el Guadalquivirentre la multitud, camino de la Catedral, parece como si aquel gitano, “El Cachorro”, se muriera de nuevo sobre el puente.

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